Enoc y yo nos conocemos hace casi veinte años. En este tiempo hemos sentido la necesidad de contarnos cosas y de contar cosas. Compartimos pasión por la literatura y nuestro amor por el cine nos llevó a escribir, a rodar con más ilusión que medios (aquella enorme cámara al hombro y un desvencijado foco echando humo) y a interpretar historias que todavía siguen guardadas en viejas VHS y en carpetas que encontramos en nuestras continuas mudanzas. Una llamada telefónica las saca del olvido y volvemos a reírnos con la misma sonrisa adolescente; como el día que encontré entre los tesoros en papel que guardo una adaptación de puño y letra de El Guardián entre el Centeno”. Así de osados éramos.
Los libros, en estos años, han viajado- sin faltar a cada cumpleaños- allí donde se encontrase el otro. Año tras año han ido nutriendo nuestras estanterías y afianzando nuestra amistad con cimientos férreos como el acero. Muchos han sido los proyectos que hemos soñado juntos y algunos los hemos convertido en realidad: una obra de teatro hace algunos años, abrir nuestra propia librería… y está pendiente un viaje muy especial. Desde hace tiempo lo he nombrado algo así como mi editor personal. Lo hace con dedicación y punta afilada. Le agradezco profundamente su ayuda, su crítica y su destreza encontrando “gazapos” que a mí se me escapan aun después releer el texto incontadas veces (mi experiencia en Bubok lleva un prólogo suyo).
Su librería está concienzuda y elegantemente ordenada. Se puede ubicar un título con un solo vistazo, pero es un placer serpentear con el dedo por los cientos de lomos y encontrar viejas ediciones cuidadas con el mayor de los cariños.
Esta es la colección de Enoc. Me siento tan orgulloso de admirarla, como él de poseerla.