Todo este rollo inicial vine a cuento de que quería dejar un comentario sobre la película iraní “Nader y Simin, una separación”, ganadora en Berlín, y que después de verla el fin de semana pasado, puedo confirmar que es lo mejor que he visto este año (Oscar asegurado si los señores de la Academia Americana tiene las pelotas de premiar a una peli que viene de un país enemigo). La historia empieza con el matrimonio, Nader y Simin, sentado ante un juez que no entiende el por qué de su divorcio, si no existe maltrato, ni infidelidad, sino hastío, desamor y nuevas metas lejos del país de Ahmadinejad. Nader parece ser un marido “demasiado moderno” que no pone reparos en conceder el divorcio a su esposa, que ya no le quiere, solo que esta decisión desencadena un terrible efecto dominó que pondrá a Nader, Simin y la hija de ambos, al borde de la desgracia familiar, y que mezcla de forma sibilina y elegante –asfixiante a veces- y sin caer en discursos evidentes, el miedo, la moral, las creencias religiosas y la falta de libertad de la mujer, pero sobre todo, subraya con rotulador transparente, la importancia de la mujer en una sociedad que la desprecia. El final, un plano fijo que se solapa con los créditos, queda completamente a merced de la interpretación del espectador, no sin causarle un dilema que rumiará largo tiempo. Si pueden, no dejen de verla.
Mi semana empezó el lunes con Tintín. Dejé a Rubalcaba y a Rajoy autopromocionando en la televisión pública sus partidos políticos y me fui al cine. El animado reportero belga aportaría más a mi vida que el manipulador y borregista bipartidismo repugnante en el que vivimos. Aprovecho para pedir el voto en blanco -autopromo propia :-)-. Confieso que no soy un Tintinófilo extremista, he leído algún tbo en mi adolescencia pero nada más, por eso pude disfrutar en toda esencia del fantástico mundo animado en el que Spielberg y Peter Jackson han metido al reportero del flequillo rebelde. Por cierto, maravilloso homenaje al Tintí de Hergé tanto en los créditos del principio (casi un cortometraje animado) como en el guiño de la caricatura y el pintor. A partir del momento en el que Tintín compra una réplica del barco Unicornio en el mercadillo y se ve acosado por otro comprador, comienza un festival de hora y media de animación espectacular, música genial de John Williams, un guión (aunque cortito) bien trenzado y un sinfín de persecuciones, carreras, saltos, disparos, chistes…una película de aventutras de las de toda la vida, vaya. Sin duda tiene ese aire de película de nuestros años 80 que veíamos con el culo inquieto y que, todavía hoy, nos quedamos a verla aunque la pillemos a mitad cuando la pasan por enésima vez en la tele. Pasará lo mismo con este Tintín, ya todo un clásico.
R.M.V.