No recuerdo cuando empecé a
caminar.
Tampoco recuerdo cuando
pronuncié mis primeras palabras.
No recuerdo cual fue mi
primer juguete.
No recuerdo quien fue mi
primer amigo.
No recuerdo a que juego jugué
por primera vez.
No recuerdo bien a mis
abuelos.
No tengo demasiados recuerdos
del colegio.
No recuerdo muchas de las
cosas que me ocurrieron cuando era niña. No recuerdo muchas de las caídas, ni
los tropiezos, ni las risas, ni las fiestas, ni los desengaños, ni los desamores.
No tengo muchos recuerdos
salvo que era muy feliz.
Sin embargo ahora, cuando
camino, nunca lo hago sola.
Cuando hablo, siempre hay
alguien que me escucha.
No tengo juguetes, pero aún juego
y cuando lo hago, es con alguien maravilloso y muy especial.
Ahora sé quienes son mis
amigos, por qué los elijo y por qué los quiero tanto.
Ahora sé lo mucho que me
querían mis abuelos y lo mucho que les quería yo a ellos.
He aprendido que el colegio
es importante, pero es más importante mantener el contacto con aquéllos con
quienes compartías niñez.
Me he caído pero eso me ha
enseñado a levantarme.
He tropezado pero he
aprendido a esquivar los obstáculos.
Me rio todos los días, lloro algunos
también. Unas veces de alegría y otras de pena.
Después de un desamor conocí a
mi gran amor.
Me he convertido en madre.
Ahora he de enseñar a otros
lo bonito de la vida, enseñarles a caer para levantarse y a tropezar para
aprender a esquivar.
He borrado muchas cosas de mi
mente. Supongo que para evitar sufrir. Han desaparecido personas, imágenes,
sucesos.
Solo hay una cosa que no se
ha borrado.
Se, en lo más profundo de mi
ser que fui muy feliz y a pesar de haberlo borrado casi todo, tuve la
oportunidad de comenzar de nuevo y emprender un viaje del que si me acuerdo. Y en
el que soy feliz.