Comentaba el sábado con mi amigo Carlos, que Antena 3 y La Sexta han conseguido que sienta aversión por lo que antes sentía total admiración. Sus repeticiones hasta la saciedad de capítulos inconexos de “Los Simpsons” han conseguido que cuando zapeo despreocupado delante de la tele y veo las caras de Bart, Homer o Mou; piense irremediablemente que “este capítulo ya lo he visto”. Es posible que sea nuevo y que no se haya emitido antes (lo dudo; pienso que ni los programadores se preocupan por saber qué capítulo emiten, y mucho menos, la temporada a la que pertenece) pero sigo zapeando con la absoluta certeza de que lo he visto algún año. Igual desazón siento al ver que en La Sexta repiten, azarosamente, capítulos de “Futurama” y “Padre de familia”. Entre las dos cadenas han conseguido que las travesuras de Bart o las excentricidades de Peter Griffin no tengan la más mínima gracia después de verlas por enésima vez. Pienso que siguen arrojando buenas cifras de audiencia porque dejamos ese canal mientras sesteamos o almorzamos sin prestar atención a la tele. Y no hablemos del trato que la mayoría de las cadenas dan a las series que anuncian a bombo y platillo y que les cuesta un riñón comprarlas a la productora de turno. La sobreexposición a las siglas CSI, seguidas de distintos topónimos, convierten las noches de Telecinco en un insufrible carrusel de fuchi-fuchis que encuentran restos de semen en las sábanas, y sofisticados programas informáticos que reconstruyen los hechos irrefutablemente.
Remontándome a mí tardía adolescencia.
Fui seguidor de “Urgencias”, a pesar de los inefables horarios a los que TVE la relegó bien entrada la madrugada, y el difícil seguimiento de las tramas debido a que la cadena pública emitía el capítulo que le quedaba más a mano; podías ver un lunes al Doctor Carter -con el evidente paso del tiempo en sus patas de gallo y en su barriga- de misión humanitaria en África (el mejor capítulo de “Urgencias” en todos estos años), y la semana siguiente, de residente primavera, con muchos años menos.
Me remonto más atrás.
“Doctor en Alaska”. Qué suerte la semana que coincidían los horarios y el día de emisión. Estaba tan extasiado esa noche que la emoción me impedía ver el capítulo con tranquilidad. Muchos años (¡muchos!, qué viejo me hago) después, el canal generalista de PRISA sigue llevando a cabo un ultraje parecido, sometiendo al espectador que se sienta en el sofá a ver su serie favorita a una sobredosis de desafío intelectual y maravillosa prepotencia de “House M.D.”. Tres capítulos de temporadas dispersas: a las nueve de la noche, House tiene un nuevo equipo; a las diez y media, House discute con una jovencita Cameron que todavía está muy verde, y las doce de la noche, a House le han pegado un tiro y ha quedado maltrecho. Qué espectador aguanta esto. Igual jaula de grillos es la almibarada “Anatomía de Grey”: el que se folló en el capítulo de las once -de la temporada de cuyo número no quiero acordarme- a Meredith, en el anterior está muerto; y la madre de la misma Meredith, resucita bien entrada las once de la noche… y así puedo seguir hasta aburrirme. No se crean que en los canales de pago la cosa mejora. Qué va. En Fox, por ejemplo, de Digital Plus, siguen un orden más o menos estricto de tramas y apariciones y desapariciones de personajes; pero si el sufrido televidente, que paga su cuota religiosa y “Polancamente” para disfrutar de “otra forma de ver la televisión”, quiere ver su serie favorita en versión original subtitulada al idioma de Quevedo… horror; los subtítulos desaparecen cada 2x3 porque la pantalla se achata, y se transforma en un tablón de anuncios de lo que viene después, o recordando que el Barça se juega la champion el 27 de mayo y no te lo puedes perder. Después de esto, y como piensa la incomparable Lisbeth Salander: “Análisis de consecuencias”: ¡Viva el e-Mule”!
Remontándome a mí tardía adolescencia.
Fui seguidor de “Urgencias”, a pesar de los inefables horarios a los que TVE la relegó bien entrada la madrugada, y el difícil seguimiento de las tramas debido a que la cadena pública emitía el capítulo que le quedaba más a mano; podías ver un lunes al Doctor Carter -con el evidente paso del tiempo en sus patas de gallo y en su barriga- de misión humanitaria en África (el mejor capítulo de “Urgencias” en todos estos años), y la semana siguiente, de residente primavera, con muchos años menos.
Me remonto más atrás.
“Doctor en Alaska”. Qué suerte la semana que coincidían los horarios y el día de emisión. Estaba tan extasiado esa noche que la emoción me impedía ver el capítulo con tranquilidad. Muchos años (¡muchos!, qué viejo me hago) después, el canal generalista de PRISA sigue llevando a cabo un ultraje parecido, sometiendo al espectador que se sienta en el sofá a ver su serie favorita a una sobredosis de desafío intelectual y maravillosa prepotencia de “House M.D.”. Tres capítulos de temporadas dispersas: a las nueve de la noche, House tiene un nuevo equipo; a las diez y media, House discute con una jovencita Cameron que todavía está muy verde, y las doce de la noche, a House le han pegado un tiro y ha quedado maltrecho. Qué espectador aguanta esto. Igual jaula de grillos es la almibarada “Anatomía de Grey”: el que se folló en el capítulo de las once -de la temporada de cuyo número no quiero acordarme- a Meredith, en el anterior está muerto; y la madre de la misma Meredith, resucita bien entrada las once de la noche… y así puedo seguir hasta aburrirme. No se crean que en los canales de pago la cosa mejora. Qué va. En Fox, por ejemplo, de Digital Plus, siguen un orden más o menos estricto de tramas y apariciones y desapariciones de personajes; pero si el sufrido televidente, que paga su cuota religiosa y “Polancamente” para disfrutar de “otra forma de ver la televisión”, quiere ver su serie favorita en versión original subtitulada al idioma de Quevedo… horror; los subtítulos desaparecen cada 2x3 porque la pantalla se achata, y se transforma en un tablón de anuncios de lo que viene después, o recordando que el Barça se juega la champion el 27 de mayo y no te lo puedes perder. Después de esto, y como piensa la incomparable Lisbeth Salander: “Análisis de consecuencias”: ¡Viva el e-Mule”!
R.M.V.
2 comentarios:
La televisión ayuda a no verla. Gracias a ese emule podemos cubrir huecos aburridos donde la lectura no entra por los ojos o no tenemos amigos en el chat o cerca de casa para hablar. De todo lo que has comentado, Doctor en Alaska fue una serie que me encantó, pero que trasnochaba para verla aunque al día siguiente tenía que ir a clases. Una pena que las series que merecen la pena las pongan tan tarde.
Por lo demás, las única series que veo, bajándolas de internet, son perdidos o heroes, el internado ya me cansa, y poco más...
¿Hay algo que merece la pena?. Pues sí. Ese partidazo del próximo miércoles.
Este tema lo hablé hace tiempo con Ángel. He dejado de ver muchas series por todos esos argumentos que das tu.
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