Este texto es de nuestro contribuyente hedonista Hellawaits.
Me lo pasó ayer para que lo pub¡licase desde mi cuenta.
Iré colgando lo que me ha dejado en estos días.
El gran Charles Bukowsky, estaba allí. Había venido, si. Había dado su recital, como siempre y ahora se retiraba contento de haber acabado de una maldita vez para desaparecer tras sus cervezas en algún bar cercano. Arturo se sentía satisfecho y casi realizado después de haber asistido a uno de los “legendarios” recitales de bukowsky. Había estado muy tranquilo escuchando los poemas, los insultos tanto del público como de charles, claro, y se lo había pasado realmente genial. Ver en persona a gente a la que le tienes cierto aprecio y de alguna manera idolatras, sin llegar a convertirte en un triste friki, es reconfortante. Arturo fue de los primeros en salir del local. Hacía algo de frío afuera, Noviembre en canarias también puede ser frío, pero en realidad no era para tanto. El resto de asistentes fue saliendo gradualmente haciendo comentarios de cómo había sido el recital y de que cojonudo era y de cómo se habían leído todos sus libros y poco a poco fueron desapareciendo en la lejanía a lo largo de la avenida de la playa. Arturo se sentó en uno de los bancos que miran al mar y comenzó a liarse un porro, lo hizo tranquilo, eran casi las tres de la mañana y la policía también tenia derecho a descansar, ¿no? No tenía ganas de regresar a casa, nadie le esperaba, Elizabeth ya no le esperaba, se había cansado de esperar, esperar. Todos esperamos, siempre esperamos algo, la muerte, el taxi, la comida para llevar, la cola del paro, la del banco. Ella esperaba sorpresas y la mayores sorpresas de Arturo eran estar vivo y su paciencia infinita, su única virtud según el. El coche estaba aparcado no muy lejos de allí así que decidió que aún era temprano y siguió sentado en el banco mirando al oscuro mar. Pensó que debería ser maravilloso estar mar adentro en una barquita flotando mirando la costa desde allí. Todas las luces, los contornos… sentado allí fumando y solo mirando todo eso, ¿que sentido tenían las discotecas, los centros comerciales, los cines?...
Arturo volvió a tierra, la puerta del local se había cerrado estrepitosamente y había cuatro personas reunidas allí, una de ellas era bukowsky. – ¿donde coño hay un bar por aquí?- sin duda era el, acompañado por su chica, su agente y un fotógrafo. –Aquí hace un frío de cojones y esta humedad nos matara a todos- se le notaba que ya había dado buena cuenta de las bebidas en el local. – Supongo que en el hotel el bar estará aun abierto, creo que aquí funciona así- dijo su agente. – los bares de esos hoteles son una mierda, los camareros parecen agentes de bolsa, no, quiero ir a un bar donde me sirva un tío gordo y feo- parecía cabreado, era el. Arturo se levantó y se dirigió a ellos. -Unas cuantas calles mas allá hay un buen bareto, se llama la orilla.- Arturo se defendía bien en la lengua anglosajona. - ¿la orilla? Vaya nombre mas poco original y cutre, suena bien.- dijo charles. Linda lee, su novia, y el resto rieron. – Es que es un bar de artistas y filósofos, ya sabes, tanto genio pensando solo puede parir maravillas- Arturo ya casi estaba al lado de ellos. – Bien vamos ahí entonces- dijo linda tirando de la manga de charles. – ¿Dónde esta, guapo?- le preguntó linda a Arturo. – Si me invitan a una copa les indicare el camino-
- ya me parecía a mi que tanta amabilidad ocultaba algo- dijo charles. - chico te cambio la información por un autógrafo, estoy hasta los cojones de firmarlos pero me gustaría tomarme unas cuantas copas mas antes de irme a la cama.- comenzó a sacar el bolígrafo.
- Sinceramente, no quiero tu autógrafo, no sabría que hacer con el, quizás lo tire por casa y aparezca en el baño algún día que me quede sin papel y acabe en mi culo- charles sonrió y miro a sus acompañantes- linda, no quiero acabar en el culo de este chaval, debe de ser horrible.-
- pues no le des el autógrafo, nene. Mejor invítale a la copa, no seas rácano.- charles se giró hacia Arturo. –está bien chico te aguantaremos un rato, ahora guíanos hacia la orilla, tengo sed, frío y estoy húmedo pero no cachondo ¿vale?- Arturo comenzó a caminar hacia la derecha.- está a la vuelta de esta esquina. Todos se quedaron parados mirándole. Entonces el agente se rió y dijo. – pero si dijiste que estaba a unas cuantas calles de aquí- Arturo se giro sonriendo con las manos en los bolsillos y la chusta del porro en la boca.- ya, pero no me habrías invitado a una copa.-
- eso tenlo por seguro, chico.- dijo charles, y todos le siguieron hacia “la orilla”.
2 comentarios:
Maravillosas anécdotas en la mesa de un bar. Bukowski es de esos escritores únicos e inimitables. Es diferente, por así decirlo. Me gusta de este hombre que se muestra tal como es sin esconderse ni disimular sus aficiones o gustos. Y si quiere escribir sobre una máquina de follar... pues adelante. Felicidades Hellawait, al cual llamé hará un rato para agradecer esta anécdota sobre Bukowski.
Leyendo el relato me queda la duda de si Bukowski era Charles o el tal Arturo. Me gusta el relato.
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