lunes, 6 de julio de 2009

El calor de la noche.



















Anteanoche hacía un calor insoportable, sudaba a chorros y no podía dormir. Después de un buen rato dando vueltas en la cama, decidí trasladarme al sofá del salón de la tele y matar el insomnio leyendo un libro y oyendo música suave. Me traje una cerveza fría de la cocina, abrí un poco la ventana y me tumbé a lo largo. Entre trago y trago y entre página y página fueron pasando las horas al ritmo de una música suave y la brisa fresca que se colaba por la ventana. Sobre las dos de la mañana me encontraba en condiciones de esperar el sueño en la cama, así que dejé el libro a un lado, apagué la luz y cuando me disponía a cerrar la ventana percibí un extraño ruido procedente del patio interior. Al principio pensé que era un gato, luego me pareció entender un susurro, unas palabras y de pronto unos gritos de mujer. Me sobresalté pensando que algún vecino estaba agrediendo a su pareja, y casi marco el número de la policía. Pero en cuestión de segundos los gritos se convirtieron en gemidos, y los gemidos fueron cogiendo ritmo y volumen. AAAAaaaahh, AAh, AAAaaaah, AAh, AAAAaaaaaaggggg, más, más, más, AAAaaaahhh. Maldije para mis adentros, uno pasando calor y otros disfrutando de la vida. Me quedé dormido al ritmo de brega de la vecina, bajo el calor de la noche



Ayer por la noche el sueño me llamó bastante temprano. Sobre las once ya estaba en la cama ojeando un libro entre bostezo y bostezo. Mi mujer salió de la ducha, se puso el pijama y abrió la ventana antes de meterse en la cama. Solté el libro, apagué la luz y me dispuse a dormir. Pero hay gente que no tiene miedo al calor, y que en verano tienen mucho tiempo libre. Y hay vecinos que no tienen consideración con los demás. Fue tumbarme de lado y comenzar el recital de gemidos de la vecina. Esta vez puso tanto empeño en su labor que me dió un nosequé, toqué el hombro a mi mujer, a ver si había suerte y se animaba. Se dió la vuelta dándome la espalda y gruñó algo parecido a "vete a tomar porculo". Esa noche me vino el sueño con la suave melodía amatoria de mi vecina, bajo el calor de la noche.

Esta noche no pienso irme a dormir sin más. Esta noche haré guardia bajo la ventana y en cuanto empiece la sinfonía de placer, amparándome en la oscuridad de la noche intentaré ubicar el origen de los "ruidos" con el fin de identificar a la hembra insaciable. Y mañana por la mañana, con la excusa de pedir una tacita de azúcar, me presentaré en la casa de mi vecina. A ver si hay suerte.

5 comentarios:

Raúl M.V. dijo...

Que tenga ustad suerte, caballero; que el sueño vence a uno más fácilmente si está exhausto; y vaya, que su vecina parece la indicada.Entre su vecinita y la Vike de Hellawaits... este blog es más caluroso.

Juan G. Marrero dijo...

Para el calo...fresquito, aguita fresca, playita...
Para lo otro...a ver si funciona el truco de la tacita...Porque estamos todos con hipoglucemia...

Modesto González dijo...

Flagelación, Claudio, Un silicio bien puesto en la pierna, como el de "El Codigo Da Vinci", una proposición de entrada al Opus Dei, y serás inmune a cualquier sonido pecaminoso. Unos rezos, unos latigazos en la espalda....
Se nota que la Iglesia nos está haciendo un gran favor a todos...........

Anónimo dijo...

Y que por mi casa no pase éstas cosas y sea sólo el calor el que ahuyente al sueño... Seguro que Morfeo se va con mi vecinita y por eso ni la oigo a ella ni viene él...

Satori Kundalini dijo...

Yo compraría una cámara digital con disparo automático mediante sensor de calor…con eso si que iba a saber donde estaba esa vecinita tan cariñosa.
“Y lo que disfruta uno con los gemidos femeninos, ¡oiga!”