Desde la falda de mi montaña
veo la gratitud de la gente,
por las calles una y otra vez arrolladas
me ha servido para recuperar un sitio
y colocarme al borde al camino
observando la vida pasar.
Desde la orilla de la ciudad
contemplo los límites aparcados
y a la muchedumbre chocar
contra los muros del poder
que manipula las mentes
que no saben escapar.
A ras de suelo a veces tiemblo
porque parece que mi ciudad se ha paralizado,
la gente vuelve otra vez al comienzo
de una época que sigue latente,
la memoria se estanca
y cuesta avanzar hacia el futuro.
Caminando por las aceras
he recuperado historias y refrescando recuerdos,
recorriendo las arterias de la ciudad
he sentido a veces latir
el impulso de la vida,
pero queda mucho por conseguir.
Aterrizando en la sombra
me he encontrado con otros buscadores
con los que he conspirado
para alcanzar el hedonismo
siempre escondido en mis neuronas,
que no paran de encontrar
tesoros en las páginas de los libros.
He recorrido laberintos
donde mis padres en una historia de amor
se iban despidiendo de la vida
no sin antes dejarme su inmenso recuerdo
sus últimas palabras y lágrimas
lanzándome a otra realidad,
la de los que se fueron.
Desde el otro lado nos observan,
pero desde este nos bañamos en tertulias,
recorremos la historia
y nuestro optimismo nos lanza al futuro,
desde el otro lado siguen con sus guerras
pero nosotros leemos y fabricamos literatura,
desde el otro lado alienan
pero nosotros creamos
esperanza, cultura y vida.
(agosto 2009)
3 comentarios:
Un placer, amigo Juan.
Si, señor. Bellas palabras para hermosos recuerdos hedonistas.
Fantástico poema... Un saludo...
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