Mi abuelo era callado.
Silencioso,
se movía sin apenas hacer ruido
aunque arrastrara los pies
dejando un rastro de barro
que se perdía tras la puerta del comedor.
Callado
fumaba toda la tarde recostado
en su sillón de cuero,
verde y desvencijado.
Mi abuelo se cerraba en el comedor,
y él también se cerraba.
Y así, todas las tardes.
Parecía que no quería a nadie.
Que no conocía a nadie.
Cuando mi madre
-su hija mayor-
le dijo que se casaba con mi padre
-su primer yerno-
no le dirigió la palabra,
se la dirigió a mi padre:
“Cuando no la quiera,
usted la trae de nuevo a su casa”.
Y volvió el silencio
mezclado y liado con tabaco.
6 comentarios:
Maestro Raúl, que bueno el poema. Que ternura y que dureza al mismo tiempo, dureza y madurez, dureza por el silencio de tu abuelo, pero no porque fuera duro, si no, de como viven las personas mayores y de cuanto de sabiduría y de protección son capaces de tener guardado dentro de si.
¡Enhorabuena!.
con un par, el abuelo...muy bueno "Bro"
De acuerdo con Rafa...
¿Era asi tu abuelo o es ficción...?
A mis ojos, mi abuelo materno siempre fue un hombre extraño. Muy frío y callado.Esta historia es real, contada por mis padres. Uno de esas frases que mi abuelo decía. Como la que dijo a mi madre cuando conoció a mi padre y empezaron a "hablar": "Tu sabes que con la cuchara que coges, comes".
Pues me encantó lo conciso y breve que cuenta tanto en tan poco. Así acaban muchos viejos huraños, silenciosos, que ya vivieron de puertas para afuera, y ahora mueren de puertas para adentro.
Felicidades, Raúl, porque la musa pasó por Siete Palmas. Espero que se quede por ahí más tiempo.
ese aire de filosofo que les da el mecánico colgando del labio:
-Mastro pancho. El agua de la acequia se esta rebosando.
-Yo solo coloco las tornas, el agua va donde quiere. (Mastro Pancho el acequero).
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