El viernes 22 publicó Carlos Boyero un artículo en El País titulado “¿Qué bello es vivir?http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/bello/vivir/elpten/20110722elpepirdv_15/Tes En el nombra tres títulos de películas francesas del director Philippe Claudel que me han servido para iniciar este articulo o relato de desamor.
“…Hace mucho que te quiero, una película tan dura como emocionante…”
Así suele comenzar todo idilio amoroso. Donde estalla el volcán de hormonas, entre ellas la oxitocina que nubla la vista y más partes de la razón humana.
Pero uno se lanza al agua y comienza a nadar entre las olas de sentimiento con toda la buena intención del mundo. Todos lo hemos probado, unos con más suerte que otros, o unos más veces que otros.
“…Al menos, sus personajes no me ponen de los nervios, como ocurría con la pandilla de estomagantes cretinos en la celebrada Pequeñas mentiras sin importancia…”
Pero aparecen aquí las “pequeñas mentiras”, defendida por la mayoría de las personas. No, para no herir. Ojo que no ve corazón que no siente, bla, bla…
Y las pequeñas mentiras se van juntando y pueden eclosionar en una gran mentira o patraña.
“…La última decepción en esos tránsitos de género se titula Silencio de amor … “
Y como consecuencia de tantas hormonas, tantas emociones, pequeñas mentiras a veces las cosas descarrilan y se produce ese silencio del amor. Duro pero real como la vida misma. Puedes indagar, profundizar en sus raíces, amargarte, contarlo, gritarlo, llevarlo al cine, a la una novela, convertirlo en poesía, pero lo mejor, cuando se produce ese silencio eterno, es hacer el duelo pertinente y buscar en otro campo, donde florezca un nuevo amor. Porque lo bueno que tiene, es que las hormonas están ahí latentes, esperando a que tú con una pequeña emoción las vuelvas a hacer renacer. Y en lugar de silencio, se produzca otro estallido de enamoramiento.
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