Uri Blanck murió en algún momento entre las tres y las cuatro de la madrugada. Una certera puñalada le atravesó el costado, se desangró durante veinte minutos antes de morir. Nadie sabe exactamente, cual fue la causa que desencadenó el homicidio, pero tampoco es algo que extrañara a nadie. Uri era un delincuenta común perteneciente al más bajo escalafón de la jerarquía choricera del barrio chino. Carterista, estafador, chulo de putas y extorsionador a tiempo parcial. El resto de su jornada la pasaba bebiendo en un bar para luego arrastrarse hasta su casa donde apalizaba a su mujer y a su hija en cuanto se le ponían a su alcance. Sus aventuras y desventuras, tanto en casa como en sus trabajos a tiempo parcial, le posibilitaron la visita a la cárcel en varias ocasiones. Tiempo que aprovechaba su familia para lamerse las heridas y recomponer la precaria salud económica de la casa. Luego, cuando Uri conseguía la libertad, regresaba con el ánimo recobrado y exudando mala leche por todos los poros de su piel, encendido de un odio sicótico metía a su familia en urgencias. Cuando las visitas de su mujer e hija al hospital le privaban de su maravilloso saco de boxeo, la emprendía con sus vecinos o con cualquier transeúnte que tuviera la mala suerte de cruzar una mirada o un mal gesto con Uri.
Según su esposa, el pobre Uri no tenía la culpa de su comportamiento. La bebida le sentaba mal y solo bebía cuando se encontraba mal. Cuando se sentía mal bebía, y lo que bebía le sentaba mal. Un extraño círculo visicoso del vicio de la bebida y del odio machista.
Despues de desangrarse, Uri estuvo tirado en aquel sombrío callejón del barrio chino hasta las diez de la mañana. No es que nadie hubiera visto el cuerpo antes. Que lo vió mucha gente. Trasnochadores, borrachos, yonkis y puteros esquivaron su miserable cuerpo hasta que salió el sol. Ninguno de estos tenía intención de complicarse la vida con la policía denunciando una muerte en la que no habían tenido nada que ver. A media mañana, el trasiego de los operarios de limpieza dejó su cuerpo oculto tras el contenedor de basura de un bar cercano. Fue precisamente un vagabundo, que rebuscando en el contenedor algo con lo que desayunar, quien tropezó con el cadáver de Uri. Fue este vagabundo el que avisó a un policía que se encontró patrullando en una plaza cercana.
Hasta el mediodía hubo un discreto trasiego de policías, juez, forense y curiosos. Y hasta las dos de la tarde, permaneció el callejón cerrado y acordonado por la policía. A partir de esa hora, el único rastro que quedó de Uri fue un gran charco de sangre que se mezclaba con los orines, los vómitos y el alcohol derramado por el callejón. Yo fui el último que abandonó el lugar. Contemplaba la escena sentado en la mesa de una terraza cercana, mientras bebía una cerveza despues de otra, en memoria del difunto Uri. No es que lo apreciara en demasía, pero habíamos coincidido en varios palos, antes de que su continua afición a la bebida me aconsejara pasar de él. Habíamos compartido la camaradería que otorga una botella de vino barato, me había abierto su corazón adormecido por la bebida, contándome cuanto amaba y quería a su esposa. Para después, al llegar a casa, molerla a palos. Era un perfecto hijo de puta.
Uri iba sin documentar, por lo que identificar su cadáver no fue tarea fácil. Aunque muchos policías le conocían por su pasado de ratero de tres al cuarto, era necesaria una comprobación oficial. La verificación de sus huellas dactilares tardó casi cinco días. Además, el domicilio de su familia no constaba por ningún lado.
Su hija se sintió aliviada la primera noche que Uri no llegó a casa, los siguientes días, el alivio se transformó en una especie de amarga alegría, que conforme pasaba el tiempo se volvía cada vez más dulce. Sin embargo, su esposa echaba de menos sus caricias. Algo bruscas, según ella misma había comentado a sus amistades, cuando exhibía un ojo morado o algún vendaje nuevo. Al segundo día ya lo había estado buscando por los antros que su amado esposo frecuentaba y al cuarto ya lo buscaba por los hospitales de las cercanías.
A pesar de que ya había sido identificado oficialmente una semana después de que Uri amaneciera desangrado, su familia no sabía nada de su muerte. El peregrinar de la viuda por los hospitales y residencias de la ciudad, ablandó mi corazón. Hice una llamada anónima al domicilio de la familia del difunto Uri y le puse en antecedentes de su localización actual: la morgue del anatómico forense.
Al entierro de Uri no fue mucha gente. Si quitamos al personal de la funeraria y del cementerio, no llegaban a cinco personas. La viuda consolada por dos vecinas, un inspector de policía y un desconocido que parecía estar pasando un rato muy divertido. Yo espiaba desde la lejanía, al igual que otros muchos. Que asistían al entierro no por solidaridad con el muerto, ya que cualquiera de ellos hubiera podido ser el autor de la puñalada. La gran mayoría eran acreedores de las innumerables deudas por préstamos impagados o de juego ilegal que acumuló Uri a lo largo de su desgraciada vida; víctimas de sus timos o de sus robos, etc.
Allí nos encontrábamos todos lamentando sus pérdidas. La viuda, la pérdida de su querido pero no obstante cabronazo esposo. Los deudores, lamentando la pérdida del dinero adeudado, yo mismo daba por perdidos más de cuatro mil euros que le había ganado a Uri en una timba de póker, cuatro meses atrás. Y que después de muchas promesas de pago, nunca llegó a saldar la deuda. Pero sobre todo el pobre Uri, el más perjudicado, que murió apuñalado por una deuda de póker, de una timba que perdió cuatro meses atrás, que solo pudo saldar con su vida.
5 comentarios:
¿Habrá que llamar a Colombo?...el narrador no creo que confiese...
Me encanta el relato...
Relato perfecto, Claudio………………………Cuantos” Uris” andan sueltos, Victimas o Verdugos?.......
La justicia avala la ley que obliga a separar parejas en caso de maltrato
El Tribunal de la UE da la razón a España sobre la orden de alejamiento - Prima el criterio del juez sobre el de la víctima porque actúa "en defensa del interés general"
FERRAN BALSELLS - Barcelona - 16/09/2011
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/justicia/avala/ley/obliga/separar/parejas/caso/maltrato/elpepisoc/20110916elpepisoc_2/Tes
¡Muy bueno Claudio...!
Que bueno Claudio, me encanta...que hijo de p*** el Uri...esas cosas pasan, el poker puede llegar a ser peligroso. ^_^
Y yo que pensaba que el poker era un entretenimiento... ¡hay que ver a lo que se llega!.
Publicar un comentario