Creo que mí
padre heredó mi enfermedad, se pasa los días mirando por la ventana. Aunque él
nunca me dijo que estaba enferma, cuando era niña me llamaba su pequeña abstraída
y más tarde era su dulce niña aislada.
Todos los
días después del desayuno mi padre leía algo o me contaba algo de mí, de él, de
lo que no era mio ni de él y mi mente se convirtió en una especie de reserva
federal de la palabra, donde miles de palabras se agolpaban ya casi sin espacio
en una especie de rincones (yo lo llamo así). Esta el rincón de los olores, el
de la infancia y los cuentos, el de lo prohibido, el de los secretos, el de los
deseos y el rincón del olvido. Este no lo puedo explicar, pero sé que existía. Como
aquella vez que olvide que me perdí a los tres años, que tenía mucho frío, que
me balanceaba hacia adelante y hacia atrás, que me encontraron unos
desconocidos, que frotaron todo mi cuerpo, que perdí mi ventana.
La ventana
era para mí como un tercer mundo. Estaba mi mundo interior, ese que solo conozco
yo y todos se empeñaban en descubrir. Estaba el mundo de mi padre y la ventana,
mi mundo exterior. Aunque solo yo la podía
ver, sentir, transformar.
Nunca pude
entender como nadie disfrutaba como yo de mi ventana, claro que tampoco lo
podía explicar, ya sabéis las palabras me lo impedían.
5 comentarios:
Me recuerda a parte de “Yo confieso” de Jaume Cabré y de Ana Matute “Paraísos inhabitados”
Me gusta porque expresa sentimiento....enhorabuena.
Qué literarias son las ventanas...inspiran y evocan. transmite mucho este "relatillo".
Precioso relato.Entrañable.
Que claro y real. Y que emotivo me ha parecido el relato Mensy... y qué forma de llegar al alma tienes a través de las palabras.
Tienes una facilidad para transmitir que me sorprende, me alegra, me emociona.
Publicar un comentario