Se suele caricaturizar a la adolescencia como fase donde parecemos “hormonas con patas”. Cuando hablamos de “emociones” esto se aplica a toda la población. Estamos bañándonos constantemente en las emociones y son pocos los que saben nadar ya que nadie nos ha enseñado. Hemos sido capaces de defendernos en pequeños estanques, pero con el avance tecnológico y el neoliberalismo feroz las emociones se han acelerado y cuando se trata de “oleaje” casi todos naufragamos. Incluso con consecuencias catastróficas para nuestra salud: estrés crónico, depresión, fanatismos, fascismo, suicidios, violencia, guerras…Y sobretodo ignorancia.
Entre octubre y noviembre de 2010 realicé un curso sobre Inteligencia emocional. También me había leído hace mucho tiempo “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman y diez años después “Inteligencia social” del mismo autor. Y entre ambos, otros libros relacionados con el cerebro y las emociones. Pero…La población en general siguen enchufado a la televisión de baja calidad, la cual juega con la “basura emocional” hurgando en lo miserable de nuestra vidas cotidianas, como si eso fuera el sentido de nuestra existencia. Aprovechándose de un instinto que tenemos todos de un “chismorreo” que a veces es positivo para socializarnos, pero llevado, como todo, a un extremos trae malas consecuencias para nuestro equilibro emocional. Podemos estar al día de los problemas de nuestros amigos porque nos interesamos por ellos, pero cuando devoramos el dormitorio de todos los personajes que vemos en la pantalla nos hacemos adictos, con todas sus consecuencias negativas.
Es bueno socializarse, compartir con los demás nuestras alegría y nuestras penas. Pero todo tiene un límite.
Estos días los astros deben andar un poco nerviosos, será consecuencias de las tormentas solares. Porque hablando con un grupo de jóvenes me hablaban de los enredos de sus relaciones sentimentales. Me contaban cómo los sentimientos han llovido por encima de los libros durante el curso escolar, y como el roce hace el cariño han explotado en tormentas amorosas que han hecho estallar el volcán de las emociones con todas sus consecuencias. Una joven me comentaba que un chico estaba enamorado de ella pero no podía dejar a su chica porque esta iba a cometer una locura.
¿Esclavo tan joven?
No niña, la adolescencia es para ir trabajando las emociones, acostumbrarse a los amores y desamores, saber gozar, pero también saber sufrir, saber ganar y perder en el amor.
Unos alumnos que acabaron la FCT (prácticas en las empresas) me comentaban las andaduras de los ancianos seniles. Narraban como algunos eran muy tranquilos u otros se alejaban de todo tipo de socialización. Entonces les dije que dependía mucho de lo que tenían en la cabeza, si habían acumulado “mucha basura” a lo largo de sus vidas pues ahora al quitar el filtro del razonamiento localizado en el lóbulo frontal, muchos cometían disparates. Es decir, hay que alimentar la memoria de “buenas sensaciones” para llegar tranquilos a la vejez.
También los adultos andamos un poco trastabillados, fin de curso, emociones amontonadas, idas y venidas de la vida, trabajos estresantes, sistema asfixiante y superinjusto, etc. Pero como siempre, al final del pasillo una lucecita, un e-mail que me devuelve al país de los sueños para contemplar su sonrisa y su voz suave que me lanza hacia el infinito…
Entre octubre y noviembre de 2010 realicé un curso sobre Inteligencia emocional. También me había leído hace mucho tiempo “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman y diez años después “Inteligencia social” del mismo autor. Y entre ambos, otros libros relacionados con el cerebro y las emociones. Pero…La población en general siguen enchufado a la televisión de baja calidad, la cual juega con la “basura emocional” hurgando en lo miserable de nuestra vidas cotidianas, como si eso fuera el sentido de nuestra existencia. Aprovechándose de un instinto que tenemos todos de un “chismorreo” que a veces es positivo para socializarnos, pero llevado, como todo, a un extremos trae malas consecuencias para nuestro equilibro emocional. Podemos estar al día de los problemas de nuestros amigos porque nos interesamos por ellos, pero cuando devoramos el dormitorio de todos los personajes que vemos en la pantalla nos hacemos adictos, con todas sus consecuencias negativas.
Es bueno socializarse, compartir con los demás nuestras alegría y nuestras penas. Pero todo tiene un límite.
Estos días los astros deben andar un poco nerviosos, será consecuencias de las tormentas solares. Porque hablando con un grupo de jóvenes me hablaban de los enredos de sus relaciones sentimentales. Me contaban cómo los sentimientos han llovido por encima de los libros durante el curso escolar, y como el roce hace el cariño han explotado en tormentas amorosas que han hecho estallar el volcán de las emociones con todas sus consecuencias. Una joven me comentaba que un chico estaba enamorado de ella pero no podía dejar a su chica porque esta iba a cometer una locura.
¿Esclavo tan joven?
No niña, la adolescencia es para ir trabajando las emociones, acostumbrarse a los amores y desamores, saber gozar, pero también saber sufrir, saber ganar y perder en el amor.
Unos alumnos que acabaron la FCT (prácticas en las empresas) me comentaban las andaduras de los ancianos seniles. Narraban como algunos eran muy tranquilos u otros se alejaban de todo tipo de socialización. Entonces les dije que dependía mucho de lo que tenían en la cabeza, si habían acumulado “mucha basura” a lo largo de sus vidas pues ahora al quitar el filtro del razonamiento localizado en el lóbulo frontal, muchos cometían disparates. Es decir, hay que alimentar la memoria de “buenas sensaciones” para llegar tranquilos a la vejez.
También los adultos andamos un poco trastabillados, fin de curso, emociones amontonadas, idas y venidas de la vida, trabajos estresantes, sistema asfixiante y superinjusto, etc. Pero como siempre, al final del pasillo una lucecita, un e-mail que me devuelve al país de los sueños para contemplar su sonrisa y su voz suave que me lanza hacia el infinito…
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