domingo, 8 de enero de 2012

¿Amor, pasión o instinto...?

Hablando con una amiga sobre literatura, ella había acabado de leer “¿Dime quién soy?” de Julia Navarro, aunque le había gustado el libro por el recorrido histórico y la forma de describir, no veía en su contenido descripciones sobre el alma humana, algo que si observó en “Ana Karenina” de León Tolstoi. Varios días después leyendo la prensa me encontré con una entrevista al premio Nobel turco Orhan Pamuk que acaba de publicar "El novelista ingenuo y el sentimental", un libro sobre las lecturas que hay detrás de su vocación literaria. Y en ella decía:
"Mis héroes son Tolstói y Proust... Creo que 'Ana Karenina' es la mejor novela jamás escrita. La he leído tantas veces..."
http://www.elpais.com/articulo/portada/Soy/veras/Pamuk/elpepuculbab/20111231elpbabpor_3/Tesulbab/20111231elpbabpor_3/Tes

Por ello aprovechando que ahora tengo el “Papyre 622” me bajé varios libros suyos y comencé con “ El museo de la inocencia”. Este libro comienza con la historia entre Füsun y un conocido suyo que está a punto de casarse con su novia de siempre.
Me volví a adentrar en “Ana Karenina” ya que el destino me la había puesto a tiro, la leí hace tiempo pero no recuerdo casi nada.
Ambas novelas hablan de temas amorosos, pero siempre fuera del matrimonio. El aburrimiento de las parejas, la obligación de permanecer juntos lleva siempre a los seres humanos a buscar alternativas para salir de lo decadente de sus vidas. La literatura se nutre siempre de lo mismo. Y me planteo
¿Por qué casarnos?
¿Por qué ponernos ataduras si sabemos el final?
Puede que sean ingenuas esas preguntas en nuestra sociedad occidental, pero en otras hay más alternativas.
No es mejor dejarnos llevar, y cuando se acaba, pues continuamos nuestro camino sin tener que pasar por tragedias absurdas y simiescas. El que quiera elegir el matrimonio es libre, pero que sepa que los instintos (como decía en un programa de “Redes”La monogamia no es natural”) siempre nos van a arrastrar por el camino de la INFIDELIDAD…
http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-monogamia-natural/442269/#aHR0cDovL3d3dy5ydHZlLmVzL2FsYWNhcnRhL2ludGVybm8vY29udGVudHRhYmxlLnNodG1sP3BicT03Jm1vZGw9VE9DJmxvY2FsZT1lcyZwYWdlU2l6ZT0xNSZjdHg9MTcwNSZhZHZTZWFyY2hPcGVuPWZhbHNl

Otro autor que se adelantó a la biología es Schopenhaur, que su libro (bastante misógeno y muy desagradable cuando habla de la mujer)El amor, las mujeres y la muerte” hace una descripción muy detallada por las fases por las que pasamos en el enamoramiento.
“Sin embargo, cuando es preciso que el individuo obre y se sacrifique por el sostenimiento y el desarrollo de la especie, le cuesta trabajo a su inteligencia, dirigida toda ella hacia las aspiraciones individuales, comprender la necesidad de ese sacrificio y someterse a él en seguida. Para alcanzar su fin es preciso, pues, que la Naturaleza embauque al individuo con alguna añagaza, en virtud de la cual vea, como un iluso, su propia ventura en lo que en realidad sólo es el bien de la especie. El individuo se hace así esclavo inconsciente de la Naturaleza en el momento en que sólo cree obedecer a sus propios deseos. Una pura quimera, al punto desvanecida, flota ante sus ojos y le hace obrar. Esta ilusión no es más que el instinto…”

“…Impelido el hombre por la ilusión que le posee, tiene a veces horror
al objetivo adonde va guiado, que es la procreación de los seres, y hasta quisiera oponerse a él: este caso acontece en casi todos los amores ilícitos…”
“Por eso todo amante, una vez realizada la grande obra de la Naturaleza, se llama a engaño; porque la ilusión que le hacía víctima de la especie se ha desvanecido…”

El amor tiene, pues, por fundamento un instinto dirigido a la reproducción de la especie.”

Esta forma de ser nuestra crea mucha buena literatura, hay escenas hermosas sobre la lucha de emociones encontradas, planteándose la traición a su pareja y la pasión (hormonas a borbotones).
Ana Karenina”:
“…¿De qué tengo que avergonzarme, se preguntó con indignación y sorpresa. Y dejando la lectura, se reclinó en su butaca, oprimiendo la plegadera entre sus manos nerviosas. ¿Qué había hecho? Recordó lo sucedido en Moscú, donde todo había sido magnífico. Se acordó del baile, de Vronsky y de su rostro de enamorado enloquecido, de su conducta con respecto a él... Nada había que la pudiese avergonzar. Y, no obstante, al llegar a este punto de sus recuerdos, volvía a renacer en ella el sentimiento de vergüenza. Parecía como si en el hecho de recordarle una voz interior le murmurase, a propósito de él: «Tú ardes, tú ardes. Esto es un fuego, es un fuego». Bueno, ¿y qué?
«¿Qué significa todo eso?», se preguntó, moviéndose con inquietud en su butaca. «¿Temo mirar ese recuerdo cara a cara? ¿Por ventura, entre ese joven oficial y yo existen otras relaciones que las que puede haber entre dos personas cualesquiera?»
Sonrió con desdén y volvió a tomar el libro; pero ya no le fue posible comprender nada de su lectura.
Pasó la plegadera por el cristal cubierto de escarcha, luego aplicó a su mejilla la superficie lisa y fría de la hoja, y poco faltó para que estallara a reír de la alegría que súbitamente se habla apoderado de ella.
Notaba sus nervios cada vez más tensos, sus ojos cada vez más abiertos, sus manos y pies cada vez más crispados. Padecía una especie de sofocación y le parecía que en aquella penumbra las imágenes y los sonidos la impresionaban con un extraordinario vigor. Se preguntaba sin cesar si el tren avanzaba, retrocedía o permanecía inmóvil. “
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“–Ignoraba que usted pensase ir a San Petersburgo. ¿Tiene algún asunto en la capital? –preguntó Ana, separando la mano de la barandilla.
Y su semblante resplandecía.
–¿Algún asunto? –repitió Vronsky, clavando su mirada en los ojos de Ana Karenina–. Usted sabe muy bien que voy para estar a su lado. No puedo hacer otra cosa.
En aquel momento, el viento, como venciendo un invisible obstáculo, se precipitó contra los vagones, esparció la nieve del techo y agitó triunfalmente una plancha que había logrado arrancar.
Con un aullido lúgubre, la locomotora lanzó un silbido.
La trágica belleza de la tempestad ahora le parecía a Ana más llena de magnificencia. Acababa de oír las palabras que temía su razón, pero que su corazón deseaba escuchar. Guardó silencio. Pero Vronsky, en el rostro de ella, leyó la lucha que sostenía en su interior.
Perdone si le he dicho algo molesto –murmuró humildemente. Hablaba con respeto, pero en un tono tan resuelto y decidido que Ana en el primer momento no supo qué contestar
–Lo que usted dice no está bien –murmuró Ana, al fin– y, si es usted un caballero, lo olvidará todo, como yo hago.
No lo olvidaré, ni podré olvidar nunca, ninguno de sus gestos, ninguna de sus palabras.
–¡Basta, basta! –exclamó ella en vano, tratando inútilmente de dar a su rostro una expresión severa.
Y, cogiéndose a la fría barandilla, subió los peldaños del estribo y entró rápidamente en el coche.
Sintió la necesidad de calmarse y se detuvo un momento en la portezuela. No recordaba bien lo que habían hablado, pero comprendía que aquel momento de conversación les había aproximado el uno al otro de un modo terrible, lo que la horrorizaba y la hacía feliz a la vez.
Tras breves instantes, Ana entró en el departamento y se sentó. Su tensión nerviosa aumentaba: parecía que sus nervios iban a estallar.
No pudo dormir en toda la noche. Pero en aquella exaltación, en los sueños que llenaban su mente, no había nada doloroso; al contrario, había algo gozoso, excitante y ardiente.”

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“–Yo creo que los hombres no saben lo que es nobleza, aunque siempre están hablando de ello –comentó Ana sin contestarle–. Hace tiempo que quería decirle esto –añadió.
Y, dando unos pasos, se sentó ante una mesa llena de álbumes que había en un rincón.
No comprendo bien lo que quieren decir sus palabras –dijo Vronsky, ofreciéndole la taza.
Ella miró el diván que había a su lado y Vronsky se sentó en él inmediatamente.
–Quería decirle –continuó ella sin mirarle– que ha obrado usted mal, muy mal.
–¿Y cree usted que no sé que he obrado mal? Pero ¿cuál ha sido la causa de que haya obrado de esta manera?
–¿Por qué me dice eso? –repuso Ana mirándole con severidad.
Usted sabe por qué –contestó él, atrevido y alegre, encontrando la mirada de Ana y sin apartar la suya.
No fue él sino ella la confundida.
–Eso demuestra que usted no tiene corazón –dijo Ana.
Pero la expresión de sus ojos daba a entender que sabía bien que él tenía corazón y que precisamente por ello le temía.
Eso a que usted aludía hace un momento era una equivocación, no era amor.
–Recuerde que le he prohibido pronunciar esta palabra, esta repugnante palabra –dijo Ana, estremeciéndose imperceptiblemente, Pero comprendió en seguida que con la palabra «prohibido» daba a entender que se reconocía con ciertos derechos sobre él y que, por lo mismo, le animaba a hablarle de amor.
Ana continuó mirándole fijamente a los ojos, con el rostro encendido por la animación:
Hoy he venido aquí expresamente, sabiendo que le encontraría, para decirle que esto debe terminar.
Jamás he tenido que ruborizarme ante nadie y ahora usted me hace sentirme culpable, no sé de qué...
Él la miraba, sorprendido ante la nueva y espiritual belleza de su rostro.
–¿Qué desea usted que haga? –preguntó, con sencillez y gravedad.
–Que se vaya a Moscú y pida perdón a su prometida –dijo Ana.
No desea usted eso.
Vronsky comprendía que Ana le estaba diciendo lo que consideraba su deber y no lo que ella deseaba que hiciera.
Si me ama usted como dice –murmuró ella–, hágalo para mi tranquilidad.
El rostro de Vronsky resplandeció de alegría.

“…–Ya sabe que usted significa para mí la vida; pero no puedo darle la tranquilidad, porque yo mismo no la tengo. Me entrego a usted entero, le doy todo mi amor, eso sí... No puedo pensar por separado en usted y en mí; a mis ojos los dos somos uno. De aquí en adelante, no veo tranquilidad posible para usted ni para mí. Sólo posibilidades de desesperación y desgracia... o de felicidad.




¡Y de qué felicidad! ¿No es posible esa felicidad? –preguntó él con un simple movimiento de los labios. Pero ella le entendió.
Reunió todas las fuerzas de su espíritu para contestarle como debía, pero en lugar de ello posó sobre él, en silencio, una mirada de amor.
«¡Oh! –pensaba él, delirante–. En el momento en que yo desesperaba, en que creía no llegar nunca al fin... se produce lo que tanto anhelaba. Ella me ama, me lo confiesa...»
–Bien, hágalo por mí. No me hable más de ese modo y sigamos siendo buenos amigos –murmuró Ana.
Pero su mirada decía lo contrario.
No podemos ser sólo amigos, esto lo sabe y muy bien. En su mano está que seamos los más dichosos o los más desgraciados del mundo.
Ella iba a contestar, mas Vronsky la interrumpió:
Una sola cosa le pido: que me dé el derecho de esperar y sufrir como hasta ahora. Si ni aun eso es posible, ordéneme desaparecer y desapareceré. Si mi presencia la hace sufrir, no me verá usted más.
–No deseo que se vaya usted.
–Entonces no cambie las cosas en nada. Déjelo todo como está –dijo él, con voz trémula–. ..”

4 comentarios:

Mensy dijo...

Casarse para mí es un yugo de las sociedades, las religiones o las tradiciones…………Por supuesto que cada uno elige. También están los matrimonios de conveniencia.

En cuanto al tema de la monogamia si o no?..........Creo que cuando estas a gusto con alguien no piensan en nadie más(por lo menos ese es mi caso)Unas historias durarán más y otras menos pero creo que ni se pueden condenar a cadena perpetua(o sea para siempre), ni se pueden condenar al fracaso……….hay que vivirlas, disfrutarlas en el momento, luchar cuando haya posibilidades y decir chao, te he querido con toda mi alma, pero nuestros caminos han llegado hasta aquí (“viva el romanticismo”)……….

Ángel Díaz dijo...

Hace tiempo lei "el amor, las mujeres y la muerte" de A. Shopenhauer y me gusto bastante
(no su misoginia claro)su explicación del amor y el enamoramiento.

sobre la monogamia o poligamia...de cuantas personas se puede uno enamorar a la vez? se refiere solo al amor o solo al sexo, o la mezcla de ambas cosas? puedo estar enamorado de una persona locamente y desear en un momento a otra sin dejar de querer? somos poligamos de pensamiento y monogamos por respeto? supongo que cada uno sabe lo que quiere lo que pasa que la mayoria de las veces la sociedad, la religión, las modas, el que dirán, dictan mas nuestras pulsiones que nosotros mismos y ese es el error.

karnak dijo...

En este asunto en particular, nos empeñamos en mezclar, lo social, lo sentimental y lo moral. El matrimonio es un acto social, legal y sirve para estructurar una posición ante el resto de la sociedad, se puede desgravar y se pueden alegar derechos y obligaciones como ciudadanos por el hecho de estar matrimoniado con otra persona. Y podemos entrar en el debate del matrimonio del mismo sexo, matrimonio dual o plural. Luego esta el amor que uno siente por otra persona, que no es matrimonio pero nos empeñamos en mezclar una cosa con la otra. Y por último el sacramento del matrimonio como acto religioso y que está presente en todas las religiones, no solo la catolica apostólica, y que es una forma que tiene el clero de controlar la sexualidad y los sentimientos de la población para llevarlos por el camino que ellos quieren. Son cosas muy distintas y nos empeñamos en mezclarlas. Y luego está el folleteo, que no tiene nada que ver con lo anterior, esto son cosas de las hormonas y del instinto masculino de desperdigar nuestro adn.

ojos de lluvia dijo...

Yo solo sé que ahora estoy sin pareja y que no me apetece tenerla. No soporto tener que estar dando explicaciones de donde voy y a donde. He estado casada y estuvo bien mientras duró, fueron 13 años, bien al principio aunque en los últimos dos ya empezaba la monotonía, yo necesitaba ser libre no para buscarme a alguien sino para aprender a estar sola. La gente se empeña en buscarme novio no entiende que no es eso lo que quiero porque esta libertad que siento ahora no la quiero perder. Ahora realmente me siento bien