Estuve largo tiempo sentado al lado del camino; sin tener claro qué rumbo tomar: izquierda, derecha, de frente, o volver sobre mis pasos. Preso de mis dudas y consciente de mi supina incapacidad; mi natural carencia de denuedo. Jamás supe que pieza era en el engranaje. Miro al futuro vacío; sin la vehemencia de querer conseguir; sin el febril deseo de culminar; sin la impetuosa necesidad de tener certezas. Reviso el pasado hojeando sus páginas; sin arrepentimientos ni atisbos de nostalgia. Saboreo, lentamente, el presente; su sabor, sorbiendo cada gota, distinguiendo y gozando de cada matiz, de su buqué, de su cuerpo. A veces agrio, a veces dulce. Ahora, me dejo llevar por las pulsiones del camino, por sus recovecos. En los cruces dudo entre izquierda y derecha, pero al frente, diviso un pueblo que quiero conocer. Es mayo y hace calor. Echo a caminar en línea recta, acompañado por mí sombra, que me pisa las suelas de las botas, dejando una estela de polvo que se aleja a cada paso.
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