viernes, 7 de diciembre de 2012

Te extraño


Te extraño

En el sabor de las sombras
me queda herida la distancia
y dejo de ser yo
para fundirme en el cristal que me refleja.

Esculturas
que mueven lentamente sus manos
acariciándome, con frialdad
para no dejarme vivir
y someterme a un profundo sueño
de fantasías ocres.

Incoloro el beso, que tras la puerta
quiero darte,
encadenada la magia entre estas paredes
que revientan de silencio
de tanta soledad dolida.

En el sabor de las sombras
que huelen a piedra húmeda
de esculturas
que escuchan como mi voz palidece
con la hermosura de sentirme más viejo
sin notar las arrugas.

Me queda herida la distancia
tan dolida, y vacía de olas.
Tan perdida en la fragilidad del momento
roto cuando algo quiebra de repente este presente
y se desvanece tan rápido
como un castillo de arena al llegar el mar.

Me vuelvo tan distinto a mí
que quiero revolver mi alma
en la profundidad de esta rabia que siento,
al no poderte besar cuando siembras en mis sueños
estrellas, sigilosas,
que iluminan las noches
en que te espero con la distancia
herida.

                                            Satori . Diciembre 2012

martes, 4 de diciembre de 2012

Historias de Nueva York, de Enric González


Esta tarde me he leído un libro buenísimo, de un periodista honesto y al que leía en El País -antes de que lo abandonara- con puntual devoción. Antes, había leído sus Historias del Calcio, una forma distinta, histórica y magistral de interpretar el deporte que apasiona  a medio mundo. Esta tarde me senté a las cuatro y media y no pude despegarme del sillón hasta las cerca de las 7. "Historias de Nueva York", de Enric González me atrapó desde la primera frase. Una mezcla de vivencias, olores, sentimientos e historia de esa metrópolis adorable, odiosa e insomne. Especial reseña el capítulo dedicado a la pasión neoyorkina por el Baseball y sus históricos jugadores en pijama de rayas, como el peculiar Lawrence Peter Yogi Berra, genial constructor de ingenios verbales que, como dice Enric Gonález, sólo podía ser superado por las quotes de Groucho Marx:

- Ya nadie va a ese sitio, hay demasiada gente.
-El futuro no es lo que era.
-Corta la pizza en cuatro pedazos, no tengo tanta hambre como para comerme seis.
-Es un gran hotel, las toallas son tan grandes que casi no puedo cerrar la maleta.
Y mi favorita:
Su mujer le preguntó un buen día:
- Naciste en Missouri, te criaste y jugaste en Nueva York, vivimos en Nueva Jersey; si muroeras antes que yo, dónde te gustaría que te enterrase.- Y Yogi responde:
-No sé, sorpréndeme cuando llegue el momento.

Fascinante también es la forma, escueta y lúcida, con la que describe los cinco apellidos que han sido el motor de la vieja Nueva Amsterdan que se convirtió en el epicentro de la gran potencia mundial: Morgan, Astor, Vanderbilt, Rockefeller y Carnegie; o las feroces luchas de nativos contra irlandeses en Five Point, la paulatina desaparición de Little Italy, sus familias y las ascensión del China Town.

Los capítulos finales los dedica a sus colegas de profesión, compañeros que hacían todo lo posible para no volver a Madrid porque la profesión engancha; y dedica unos párrafos a fallecidos como Julio Anguita Parrado o Ricardo Ortega.

Todo lo anterior está impregnado del olor a parrilla de múltiples locales donde se sirven platos del tamaño de un camión y de tugurios donde se bebe para olvidar la soledad cuando se está rodeado de gente.

En resumen, que he pasado una tarde paseando por las calles del West al East del archipiélago, conociendo cuánto costaron los cimientos del Chrysler o plantado delante de la dorada cámara subterranea de la Reserva Federal. Un libro corto, de 140 páginas, pero grande y lleno de verdad, su verdad, la de Enric González, el mismo que abandonó El País ante la desfachatez de su consejo directivo y la del señor Cebrián.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Quietud




Dejándome llevar,
no echo el ancla
pero intento reposar
las emociones,
no paralizo mi pensamiento
pero me alejo de la tormenta
y busco la quietud.

Atrapando el presente
quiero sentarme,
no correr hacia ninguna parte,
ni dejarme arrastrar
por la vorágine y locura
de un sistema esquizofrénico.

Lucho,
pero desde la templanza,
contemplándome,
observando y descubriendo
toda la corrupción
de los mensajeros.

Acelero el optimismo,
aplaudo el altruismo,
camino con los manifestantes
contra toda insolidaridad
pero me gustaría lograr
la quietud…