jueves, 31 de diciembre de 2009


1, 2, 3…..y …10…2010
¡Joder…!

¡Cómo pasa el tiempo..!

¡Ya..!
¿Pero la crisis, no pasa…?

¡Pasa, pasa…si tienes tanta prisa…!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Él y ella: se amaron. 3º parte. FINAL

El último día que se vieron, se amaron. Ella huía despavorida de la soledad que no acaricia, que no besa, que no consuela. Era una noche con luna llena. El lobo rugía ensordecedor, reclamándola. Él le abrió la puerta, que ni quejido tenía como compañía, y la recibió en su castillo sin princesa. Los dos polos opuestos se atrajeron en un beso magnético que los unió en una fuerza indestructible. Él, tan solitario como una pregunta sin respuesta, diagnosticó en su rostro la carencia de besos y caricias, y en su piel, las arrugas que, desde hacía mucho, no habían sido estiradas por unas manos masculinas. Ella, desterrada de un mundo sin romanticismo, definió las finas arrugas de él como ríos secos sin labios que los regara.
La estancia oscura era difuminada por una vela cuya luz danzaba cual fantasma que, burlona y entrometida, adivinaba tanto las curvas de ella como los pensamientos escondidos de él. Elegante y discreto, la invitó a una cena con olores afrodisíacos que manaban naturales de su cuerpo esbelto. Ella, una estrella llamada deseo, brillaba única en el manto oscuro, que los envolvía absolviéndolos de su pecado mortal, sin miradas indiscretas ni testigos acusadores. La cena, preámbulo del acto final, no mordían sus carnes ni bebían sus savias, ni lamían sus oscuros interiores: sólo era un pequeño aperitivo del banquete. Hablaron con labios que no besaban, se observaron con ojos que no veían, mientras masticaban la impaciencia de saborearse el uno al otro. La música de fondo rozaba sus imaginaciones más creativas. Ella, que vibraba como la cuerda de un violín, escuchaba su voz de barítono. Él, cazador de panteras, se mareaba ante sus sutiles movimientos, sometido a las garras que escarbarían en su piel cicatrices inmortales. Mientras el champán brindaba por los dos con fuegos artificiales burbujeantes, se acomodaron en el sofá junto a la lujuria y las miradas cómplices. Fabricaron hormigueos a base de besos pomposos, con sus labios desentrenados, construyendo un camino de jadeos incontrolables que los guió hasta la habitación.
La cama, un extenso desierto por el que sólo el hombre había caminado perdido, se convirtió en un oasis de frescura femenina, y salió volando por la ventana empujada por soplos de anhelo. El misterio que sus ropas escondían fueron desnudadas por la certidumbre al despojarse del estorbo que les ocasionaba y caían a un precipicio donde el único soporte que los salvaba era el lecho mágico.
Ella, conducía sus labios por las carreteras de su piel. Él, estallaba de placer su campo minado, y ensordecían de palabras hermosas sus escondites silenciados. Ella limpió su bosque hasta encontrar su árbol crecido, mientras él segaba con su lengua los hierbajos que escondían el fruto sabroso que sabían a ella. Manos y piernas se movían en un engranaje perfecto que fabricaban la calidez que despegaba la escarcha pegadas por suelos y paredes. El seis y el nueve dieron como resultado un número de galaxias infinitas. Él, con su cometa encendido despidiendo fuego, entró hasta su agujero negro, trasportándolos a un desconocido éxtasis que jamás habían sentido en la vía Lactea. El fuego chorreante de él cayó como meteoritos en el campo fértil de ella, con gritos que espantaron la luz de la luna al cerrar sus ojos al sentir como sus cuerpos se elevaban hacia el cielo.
Continuaron abrazados, como un sólo ser, como un solo corazón latiendo, con dos intereses unidos. Los renglones que escribían aquella historia por última vez se torcieron desdibujados en un epílogo que de nuevo los llevaba a la realidad, con forma de último abrazo que anotaba la rúbrica de ambos. La acarició por última vez, mientras salía de su casa, sin mediar palabras que romperían la magia del silencio al verla marcharse para no volver a verla nunca más. La soledad de ella, su amante más fiel, la esperaba al salir por la puerta. La de él, volvió a meterse entre sus sábanas. Y es que una cosa es deseo y otra, amor. Y así escribieron un libro cosido con el instinto primitivo de la atracción entre un hombre y una mujer.

Miraba la tarde

Miraba la tarde.

Arriba, en las ventanas
miraba la tarde
cuando el sopor de las hojas caducas
iba acariciando mis sentires,
y tú estabas cansada
de tanto pasar por tus manos
tantos recuerdos parecidos
y mi desesperación acicalando las horas...
Te estaba buscando en la tarde
entre las hojas marrones
entre las sombras alargadas
de árboles sin nombre colgados de un azul cielo
nacidos en la tierra de la que nadie es dueño.
Y es que como yo te sentía
deseaba que la tarde no acabase,
como yo te sentía
quería que el aire fuera más fresco
como yo te sentía
deseaba verte sonreír de nuevo
y que no pudiera el sopor
rasgar mi tiempo infinito,
las sombras sin color en el espacio
que la tierra mojada cedía,
que la tierra mojada me guardaba esta tarde
soñando contigo.

Satori

jueves, 24 de diciembre de 2009

EDUCAR LAS EMOCIONES



El 13 (Educar para fabricar ciudadanos) y 20 (Meditación y aprendizaje ) de diciembre el programa “Redes” de TV-2 emitió dos programas relacionados con las emociones y la educación de estas.


1. http://www.redesparalaciencia.com/1784/redes/2009/redes-49-educar-para-fabricar-ciudadanos


2. http://www.redesparalaciencia.com/1799/redes/2009/redes-50-meditacion-y- aprendizaje


Hablando el tema con un amigo que estudia en la UNED, me recomendó un libro del cual me dejó unas fotocopias. Lo he solicitado para el instituto pues quiero impartir en la asignatura ATU (Atención Educativa), después de comentárselo al director, Educación de las emociones en la segunda evaluación.


El miércoles 23 en el programa de CNN “Cara a cara” entrevistaron a ELSA PUNSET, la cual habló de su último libro “Inocencia radial” dedicado a las emociones.



"El cerebro anda dividido entre la parte defensiva, llena de temor y desconfianza, y la parte empática", que la autora ha dado en llamar inocencia radical. "Lo malo --puntualizó--, es que la sociedad en la que vivimos alimenta la primera e ignora la segunda cuando la realidad es que la mayoría de las personas tenemos una capacidad tremenda de desarrollar nuestra afectividad".


3.http://www.europapress.es/cultura/libros-00132/noticia-elsa-punset-quiere-rescatar-inocencia-radical-20091112183905.html


4. http://www.rtve.es/mediateca/audios/20091120/clase-inocencia-radical-elsa-punset-asuntos-propios/633500.shtml


EDUCAR LAS EMOCIONES
de VIVAS, MIREYA y GALLEGO, DOMINGO J. y GONZALEZ, BELKIS

DYKINSON, S.L. - LIBROS 2006
148 pags

Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
Nº Edición:1ª
Año de edición:2006
Plaza edición: MADRID

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INOCENCIA RADICAL: LA VIDA EN BUSCA DE PASION Y SENTIDO
de PUNSET, ELSA

AGUILAR 2009

224 pags

Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
Nº Edición:1ª

martes, 22 de diciembre de 2009

"El Perseguidor". Julio Cortázar

No me ha tocado ni un euro en la lotería de Navidad pero hoy me considero un tipo con suerte; y es que la editorial Libros del Zorro Rojo ha editado una de mis “novelitas” favoritas (en diminutivo por su volumen de páginas pero no por su calidad, que es magnífica): “El Perseguidor", del maestro Julio Cortázar (19,13 euros. 88 páginas). Esta reedición coincide con el cincuenta aniversario de la publicación de este libro que cuenta los últimos días del saxofonista de jazz Johnny Carter (alter ego de Charlie Parker), desubicado, obsesivo, drogadicto y en constante búsqueda (perseguidor) de una incomprendida belleza absoluta. Ésta última edición de “El Perseguidor” viene ilustrada en blanco y negro por el dibujante argentino José Muñoz.

Leí esta novela con veinte años, y la habré releído otras tres o cuatro veces. Es perfecta. Cortázar retrata al negro Johnny Carter (Charlie Parker, que murió con 34 años después de haber revolucionado por completo el jazz), autodestructivo, rodeado de su pareja y amigos, pero en absoluta y desubicada soledad. Los diálogos que mantiene Johnny con el resto de los personajes están cargados de una particular filosofía y una peculiar y obsesiva forma de concebir la perfección que le marcan un trágico destino.

AVATAR


El viernes, día de estrenos, fui a ver "Avatar".
Me dejé arrastrar por las miles de opiniones que engrandecían la nueva película de James Cameron, director que parece ir un poco más allá en efectos especiales. No sabía que duraba tres horas, y tampoco pensaba que se me iban a pasar tan rápido. Habrá opiniones para todos los gustos pero nunca me arrepentiré de ir a ver esta película tan innovadora.La vi en 3D. Fui mi primera película en este formato, y salvo que las gafas me molestaban un poco, me fascinó ver bichos y plantas salir de la pantalla.
La sala estaba repleta. Hasta esas butacas, las de adelante, aquellas que debes levantar el cuello y que nunca son ocupadas por nadie, estaban llenas. No quedó en esa sesión:
Cinesa El Muelle-hora 22.00 ni una entrada libre.
Tampoco en todas las sesiones del mismo día, viernes, quedaron butacas sin trasero que las ocupase.Por suerte la compré en Caixa Ticket, a las 20.00 desde mi casa, porque todo aquel que fue a comprarlas al mismo cine, no iban a encontrar ninguna a la venta.
Disfruté tanto del argumento como de los asombrosos efectos especiales. La caracterización de los avatars ha sido espectacular, tanto que no parecen hechos por ordenador. Pero bueno, esto es sólo mi opinión. Si la ven, sea en 2D como en 3D, ya dirán que tal.
Desde luego, jamás, para mí, han sido tan rentables pagar 9 euros por ver esta maravillosa película que encadiló a toda la gente con quién compartí tres horas (no me creí que fuesen la una de la madrugada) que no fueron ni un suspiro, y donde siempre te quedas con ganas de ver más.
El siempre discutido tema de si tiene o no argumento este tipo de películas: a mí me pareció muy interesante y sin ese vacío que tienen otras que no dicen nada.
TOTALMENTE RECOMENDABLE.

lunes, 21 de diciembre de 2009

El Rincón del Cinéfago

Where the Wild things are (Donde viven los montruos)

Director: Spike Jonze

USA. 2009

Arriesgarse a adaptar un cuento infantil escrito a principio de los años sesenta de apenas 10 páginas y hacer de él un largometraje está al alcance de muy pocos. Echando un rápido vistazo a la filmografía de Spike Jonze (“Cómo ser John Malkovich” y “El ladrón de orquídeas”), el desafío argumental y enrevesado es su fuerte, sin olvidar que durante muchos años ha facturado los mejores videoclips de su unión con REM, Beasty Boys o Bjork, poniendo imagen al particular imaginario de la pequeña obra de arte que es la islandesa (el dvd “Volumen” del año 2002 es una joya del género). Me acerqué a esta película con estas premisas.

“Cuenta el viaje al mundo de los monstruos de Max: un niño que se siente ninguneado por su hermana y olvidado por su madre. Max se comporta como un “salvaje”; no acepta las reglas en casa y una noche antes de cenar se escapa de casa en una pequeña barca”.

La historia reivindica la infancia; la necesidad de comportarse como un niño ácrata pero también la de la transición a un mundo de responsabilidades. Max, con su inagotable e ilimitada imaginación, es erigido Rey en el mundo de los monstruos; imponentes criaturas bonachonas que sólo le exigen a su nuevo monarca que les traiga la felicidad perdida. Para ello Max les hace jugar, construir una fortaleza, luchar con terrones de tierra… hasta que las responsabilidades de gobernar el reino superan al monarca.

Spike Jonze realiza una película para niños (la extensión de los tiempos de juego y algunos diálogos lo confirman) pero también regala al espectador adulto una preciosa fábula con niño inadaptado e imaginativo y seres inocentes a los que también les cuesta crecer.

La animación para niños es un filón para las grandes productoras; Disney y su unión con Pixar han llevado a cabo obras maestras del género en las que muchas veces se han olvidado de la mirada infantil (una de mis favoritas, “Los Increíbles” está llena de guiños al cine añejo de superhéroes y superagentes), y el fenómeno Shrek gusta tanto a críos como a padres que hacen cola en el puesto de las roscas. Spike Jonze se empeña en ser distinto hasta en esto. Su historia estéticamente es fea; enclavada en un bosque cercado por enormes dunas, habitado por una cabra, un enorme y sucio gallo, una suerte de gato rayado de “Alicia en el país de las maravillas”, una rinoceronte con mala follá… pero atrapa desde el principio con ese sano tufillo a cine independiente de cámara al hombro (Max corriendo por los pasillos de la casa asustando a su perro) y deja un regusto a “cine bien hecho”.




Para sentirnos niños por un momento, este es el cuento original de Maurice Sendak




R.M.V.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Presentación de Soco.

Ayer sábado 19 de diciembre se celebró una pequeña gran fiesta privada de cumpleaños aunque el cumpleañero estuviese pregonando que era la excusa para la presentación de Soco.

http://www.myspace.com/rocksoco

En un día caluroso, y nosotros preocupados por la posibilidad de lluvia, junto con el efecto invernadero del lugar (yo sudé la gota gorda!!) y respirándose en el ambiente una mezcla de sentidos y sensaciones como amistad, buen rollo, ánimos, paz, complicidad y sobretodo mucho, mucho amor de lo más variado (de pareja, madre hijo, padres bebé, familiar, amigos, y de futuro? ...) del cual me siento feliz de haber sido partícipe.

Con los vaivenes del grandioso "catering" made in Yeyo y Pino (bellísima mujer y persona, un auténtico ángel. Fantástica pareja, enhorabuena Yeyo!!) y la llegada de la gente va acercándose el momento por el cual llevamos currando unos buenos meses, presentar nuestro pequeño grano de arena a la transmición de buenas vibraciones a quienes quieran seguirnos.

Comienza el primer pase de temas con la inimaginable atención y expectación de los presentes por lo que iba a pasar en nuestra particular, improvisada "Cueva" como escenario ("The Cavern Club" , The Beatles).



Durante la pausa llegan las primeras impresiones, felicitaciones, ánimos y por supuesto críticas, en principio buenas (sería porque eran todos conocidos???). Tras la inyección anímica, líquida y alimenticia no se tarda ante las ganas de todos en comenzar con los siguiente temas dejando una vez más un buen sabor de boca gracias también a las constantes delicatesses y buen trato de Pino antes, entre y después de las actuaciones ;)

Una foto incompleta del evento, incompleta porque no aparece nuestra "joya de la corona": Yanara la baterista ;) (a ver si me llega alguna con ella).

El momento emotivo fué con el último tema "No me olvidaré" especialmente compuesto para el homenajeado del día: Yeyo (el sexto componente del grupo), quién sin saber nada de nada que era para él participó, como siempre hace con todos los temas, desde el principio en la creación del tema en los ensayos en el local... Aún se puede escuchar parte del tema: "Yeyo, Yeyo, Yeyo..."

Luego, de nuevo el intercambio de comentarios y tertulias varias. Al cabo de un rato suenan otra vez acordes desde la ya famosa "Cueva" gracias en un primer momento al buenhacer de Richard a la guitarra y algunos componentes de Soco ("Creep" de Radiohead estuvo espectacular!!!)...



http://www.youtube.com/watch?v=nxpblnsJEWM (mejor sonido)

y luego al genial proyecto de Angel "El Pipa", Rafa y Vicente con la incorporación para el momento de Richard a la voz, increíbles!!! Durante éste desfile de artistazos llegó algún rezagado que se perdió a Soco por lo que nos pusimos manos a la obra e interpretamos un par de bises como colofón al gran día compartido con tanta buena gente a la que agradecemos su asistencia y apoyo. Besos y abrazos... Hasta la próxima!!!


Os esperamos la próxima vez Hedonistas...

sábado, 19 de diciembre de 2009

Tempestad sobre Arucas.

La semana pasada cayó sobre la isla una buena tormenta de estas que caen cada cuantos años. Se dió la casualidad de que sobre la una de la madrugada me encontraba en la montaña de Arucas (por  motivos laborales, no piensen cosas raras) y tuve la suerte de gozarme el espectáculo que el divino Thor y el alabado Zeus se dieron el gusto de ofrecernos.




  El rayo está casi al final, asi que tener paciencia.

Hedonistas en el mundo.

Siguiendo la moda de la telemierda (españoles en el mundo, callejeros viajeros, etc.), los hedonistas se han lanzado al mundo exterior y nos cuentan sus  experiencias. Ya nos han contado Rafa y Raúl sus aventuras en el extranjero (Barcelona e Irlanda) y el Gran Magister desde Lanzarote nos tiene al día sobre sus andanzas. Yo no voy a ser menos y para realizar la crónica de hoy me he ido a un sitio lejano, en los confines del mundo conocido, un sitio maravilloso como pocos: La Cruz de Tejeda.
  Estoy pasando el fin de semana en el Parador de la Cruz de Tejeda, y esto es la gloria bendita. La tranquilidad y el aire puro se respiran por todos lados. Aquí no hay giris borrachuzos, niños pesados, ni pandillas de poligoneros.



  El parador en sí es una maravilla, han rehabilitado la parte antigua (que fue diseñada por el hermano de Nestor)  y han añadido más habitaciones y un spa, que aún no está abierto al público porque  al parecer faltan por llegar materiales. Sí está terminada la piscina aunque tampoco está abierta al público, pero que parece colgar sobre los pinos. Una pena porque hubiera sido una delicia darse un baño rodeado de pinos y brumas alisias.
  Esta mañana, después del desayuno, hemos hecho la caminata hasta el Roque Nublo. La mañana estaba preciosa y hemos disfrutado con las vistas, un paseo que hay que repetir.
  Por la tarde, despues de tomarnos un café con vistas al Bentaiga, yo me he metido en el salón del Parador (que tiene conexion wifi para enviar crónicas) y mi mujer se ha ido a dar un paseo por los alrededores. Al final se le ha hecho de noche y casi no encuentra el camino de regreso y casi me pilla descorchando el champán.
  Espero que disfruten con las fotos.



















jueves, 17 de diciembre de 2009

Tres de los personajes de "El Vochito".

Les dejo unos pequeños recortes del relato que estoy escribiendo, y que no puedo publicar porque quiero presentarlo en un concurso literario. Quisiera así dejar mi pequeño aporte al blog.


D. Emilio Pérez de la Rosa


Jesús Mendoza respiró el olor de la muerte paseando por su calle casi al anochecer. Una comitiva funeral, comandada por el cura de la parroquia y acompañantes vestidos de negro, pasaba en ese momento por su portal en dirección al cementerio. Más tarde supo que había muerto Don Emilio Pérez de la Rosa, antiguo profesor de la escuela del barrio, al que hacía unos años habían echado del colegio por viejo, y que ahora se dedicaba a loco profesional. Según sus vecinos más allegados, Don Emilio había acondicionado el salón de su casa como aula escolar, con una mesa de su propiedad y varias sillas prestadas por los vecinos. Cada mañana, a las ocho en punto, inauguraba la apertura de clases abriendo su puerta y colocándose con un libro de texto en una mano, y una regla de cuarenta centímetros en la otra, saludando a los alumnos puntuales y amonestando a los rezagados. Por supuesto, toda esta cadena de sucesos, sólo se producían en la imaginación de Don Emilio que, en horario de mañana, enseñaba a nadie a ser alguien. Y eso se corroboraban algunos que, pasando por su casa a media mañana, escuchaban sus gritos reprobadores dirigidos a sus imaginarios alumnos:

-Pongan más atención en clase, pinches escuincles.-

Un día que salió a la calle con las manos llenas de tizas, y gritando a un imaginario y holgazán Pedro Sánchez, que ya en esos días contaba treinta y cinco años, le gritó que si no estudiaba sería un ignorante toda su vida. Avisaron al médico del barrio para que le tratara la enfermedad, por la preocupación que estaba generando a más de uno y el miedo de los chamacos que ya ni iban a jugar por allí, o los vuelcos al corazón de la vecina de enfrente, Matilde Ramos, o los rodeos que daba una temerosa Ana Muñoz cuando iba a comprar las verduras cerca de la casa del profesor.

El día en que llegó Don Cándido Pérez, varios días antes de encontrarlo muerto en su mesa improvisada de profesor, lo vio de pie, demacrado y huesudo, en la puerta de su casa, oteando a ambos lados buscando a algún alumno escapado. Por aquello de quién no quiere la cosa, le preguntó a quién buscaba, a lo que Don Emilio le comentó, enfadado y enjuto, que esperaba a los chamacos rezagados que se habían escapado durante el recreo. El diagnóstico confirmado se lo dio Don Cándido a su vecino Alejandro Colmenar:

-locura nostálgica, causada por la soledad de a quién le han quitado lo que más amaba.-

Y como se decía que Don Horacio Gómez, director de la escuela, era el causante de la muerte de Don Emilio, lo único que se dignó a decir el día de la desgracia, fue:

-en lugar de uno, serán dos los días de luto oficial.-


Doña Esperanza Méndez.


Jesús Mendoza la vio apoyada en su taxi, con los ojos cerrados y lo brazos cruzados, a una hora tan temprana que hasta las legañas de sus ojos aún dormían. Según le comentaron, llevaba un año conviviendo con la soledad, el silencio y los suelos sin barrer. Su esposo Gilberto la había abandonado un veinte del mes de octubre del año anterior, al momento que salía corriendo de su casa intentando salvar la vida la noche en que ella se le acercó con el cuchillo pensando que su cabeza era un pimiento listo a trocear. Ya nunca volvió ni se dignó a aparecer, ni en una lejana esquina o escondido en casa de algún vecino pidiendo novedades.
Y tanto demostró Esperanza Méndez dominar el arte de la locura, que ya nadie, ni siquiera el médico del barrio, Don Cándido Pérez, que era el mismo que había tratado a Don Emilio Pérez de la Rosa, dudaba del diagnóstico:

-Tan loca como Don Emilio.-

Unos de los incidentes más dignos de señalar, fue aquel día de agosto del año anterior, en la época de lluvias. Esperanza salió a la calle mojada, anegada de charcos que reflejaban su paranoia, a primera hora de la mañana, media desnuda y demacrada, la falda hecha jirones y el pelo cortado con unas tijeras inexpertas. Varios testigos la vieron recriminando a Gilberto, su marido, que se había marchado hacía meses salvando la vida, por no haber ido a buscar los jitomates y las tortillas, el agua de jícama y los frijoles. Persiguió al fantasma por varias calles, y hasta entró en la casa de Emilio Pérez a base de golpes, pidiéndole que enseñase a su analfabeto marido a sumar pesos y a comprobar las devoluciones de los pedidos en la tienda de abarrotes. Luego la vieron salir, satisfecha. Y es que Don Emilio le prometió un pequeño hueco a su esposo junto a sus alumnos.
Y el motivo de la huida del esposo fue cuando, en el sopor del mediodía de un mes de julio, en un día no olvidado por nadie, Gilberto le narró a Anacleta Cifuentes, la mejor amiga de Esperanza, en medio de temblores y tartamudeos, que mientras almorzaba tranquilamente en la cocina hará media hora, ella lo miró fijamente, y le preguntó que quién es usted y donde está mi marido y porqué compartía su mesa con un desconocido y ni siquiera recordaba haberlo invitado. "Hasta yo mismo me convencí de no ser Gilberto Fernández", decía él, al recordar el rostro imperturbable de Esperanza.

Anacleta sólo pudo reconocerle al sufridor esposo, el origen de la enfermedad de su esposa: "heredada por parte de madre".
Y si Esperanza se llamó también la nueva conquista de Gilberto, Arcadio Menéndez era el nombre del abogado de Gilberto, cuyos papeles del divorcio le hizo firmar a Esperanza varios meses después. Ella se los firmó sin problemas en una laguna de cordura, en la mesa del salón, con las manos mojadas de lavar los trastes y una camisa blanca con restos de comida. Le comunicó la voluntad de su esposo y le deseó la mayor de las felicidades, con un tono tan falso que Esperanza, varios minutos después, cuando el abogado se disponía a salir por la puerta, le soltó un mensaje que le hizo tiritar justo cuando huía despavorido, tropezándose con los escalones que daban a la calle:

-Dígale a ese mamón que como se digne a aparecer por aquí, lo rebano como a un cerdo y los restos los tiro a la calle para que se lo coman los perros, ¿entendido?-

Lo único que recuerda Arcadio Menéndez es su calva sudorosa reluciendo en la afilada hoja del cuchillo de Esperanza Méndez.


Don Tomás Castillo "El Revolucionario"


También digno de mención es Don Tomás, un viejo decrépito al que llamaban "La enciclopedia andante" o "El Revolucionario" y que siempre llevaba una cartuchera con dos pistolas de juguetes, un traje barato de charro y un sombrero norteño. Don Tomás narraba, con voz autoritaria de dictador y una labia bien trabajada, trazos de la historia mexicana. Cuando le preguntabas sobre Pancho Villa o Emiliano Zapata, te decía toda su vida, las mujeres con las que se habían acostado y a los hombres que habían aniquilado durante la revolución. Casi todo era inventado, claro está, pero tan bueno era y tanto ímpetu le ponía, que todos los oyentes que pasaban por la cantina donde narraba sus espectaculares batallas, quedaban tan embobados y convencidos, que casi se levantaban en armas listos para atacar en una nueva revolución en pos de la libertad y en contra de la explotación laboral.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Eloísa.

Conocí a Eloisa en un bar de carretera. No creo que fuera un encuentro casual, tampoco creo que el destino tuviera nada que ver en ello, pienso más bien que simplemente ocurrió. Yo me había aficionado a pasar las largas noches de insomnio junto a la barra del bar de carretera, bebiendo pequeños sorbos de un whisky que debía destilar el camarero en la trastienda con calcetines sudados y fumando un cigarro negro barato. Aquel antro se había convertido en el refugio de una variopinta fauna nocturna que incluía yonkis, chulos, alcohólicos, putas y fracasados, como yo mismo. Me agarraba al vaso como si se tratara de un salvavidas en medio de un mar de desesperación rodeado de perdedores. Y al observarlos por el fondo del vaso, en cada trago que daba, veía sus grotescos rostros retorcidos en muecas de impotencia y desaliento. Yo me reía de ellos sin darme cuenta que hacía ya mucho tiempo que yo me ahogaba en las mismas aguas envuelto en alcohol y falsas esperanzas.




Una de aquellas almas en pena era Mara, una vieja desdentada, baja y desaliñada, que en cuanto se quedaba sin dinero para pagarse el ron desfilaba de mesa en mesa ofreciendo una mamada a quien quisiera pagarle una copa. A partir de la medianoche y si la cosa no andaba bien, Mara declaraba la happy hour y se abría de piernas por el mismo precio. En más de una ocasión yo mismo le cobré la copa en el asiento trasero de mi viejo mercedes, no es que me enorgullezca de ello, pero tampoco estuvo tan mal la cosa. Y es que cuando estás en la mierda no importa revolcarte un poco más en ella.

Una noche como otra cualquiera, mientras los parroquianos rumiaban su amargura entre trago y calada y mientras Mara desgranaba su catálogo de habilidades a un camionero con pinta de boxeador sonado, apareció ella. Cruzó la puerta y sin detenerse se plantó en medio del bar. De repente se hizo el silencio, nadie se atrevió a moverse, incluso el humo de los cigarros pareció congelarse bajo los focos y el ventilador del techo, que removía el aire espeso en el local, levantó su larga melena negra en cámara lenta. Miró alrededor y durante un instante nuestras miradas se cruzaron, y me pareció mirar el oscuro pozo de su alma, y sentí al mismo tiempo espanto y ternura, amor y derrota. Frunció el ceño, apartó la vista y miró a Mara al otro lado de la barra. Fue hacia allá, agarró a la mujer por el brazo y tiró de ella, «vámonos a casa, es tarde». La vieja forcejeó, se libró de la chica y continuó hablando con el camionero como si no pasara nada. Eloísa, más tarde me dijo su nombre, insistió. Comenzó a hablar con Mara, el camionero le agarró la mano, ella lo empujó, él le gritó, ella le gritó más, la vieja agarró la bragueta del casanova, Eloísa la agarró por la cintura y el tipo la empujó. En ese momento los acontecimientos se dispararon, Eloísa lo insultó, la vieja lo abofeteó, él la tiró sobre una mesa, Eloísa lo agarró del brazo y cuando él lanzaba su puño hacia atrás para estamparle la preciosa cara le estalló una botella en la cabeza. Fui yo. No podía quedarme de brazos cruzados mientras la mujer más hermosa que había visto nunca era maltratada por un borracho de bar. Cogí una botella de una de las mesas y sin pensarlo dos veces se la rompí en la jeta, le partí la nariz y le corté el labio superior. El tipo comenzó a sangrar como si lo hubieran degollado, cayó de rodillas y se desmayó sobre el suelo. Cogí a Eloísa del brazo, ella cogió a Mara y los tres salimos del bar sin mirar atrás. Las peleas en el bar no eran infrecuentes y de cuando en cuando un par de borrachos se ponían gallitos y terminaban a galletazos, el ganador salía por patas y el perdedor quedaba abandonado a su suerte sin que ninguno de los asistentes moviera un dedo por ayudarle.

En el aparcamiento, en la parte trasera del bar, Eloísa le soltó un broncazo a la vieja de mil pares. Yo aproveché para observarla detenidamente bajo la luz de la farola que alumbraba mejor que los focos mugrientos del bar. Era más bien baja, pero maciza, con la figura llena de curvas que se veían perfectamente embutidas en un pantalón vaquero con rallas, una camiseta blanca y azul con un escote que dejaba poco margen a la imaginación, una ciento diez de talla de sujetador (más o menos, más bien más). Una cara ancha con la mandíbula bien marcada en una expresión de firmeza, la nariz chata y unos ojos grandes de color miel con dos inmensas pestañas negras. Su pelo negro suelto revuelto después del forcejeo se le pegaba a la cara y ella se lo apartaba con unos coquetos movimientos de la mano. Era perfecta. Intentó llamar un taxi con su móvil pero yo me ofrecí a llevarla a casa o a donde quisiera, metimos entre los dos a la vieja en el asiento trasero y conduje siguiendo las instrucciones de Eloísa. Mientras Mara dormía la mona detrás mi acompañante me fue contando retazos de su historia mientras me guiaba por la carretera hasta un desvío en un barrio de mala muerte de un sitio que solo recordaba como una imagen borrosa que pasaba a toda velocidad a través de los cristales de mi coche. Resultó que la otra era su madre, y que había sido una persona normal hasta que cayó en una depresión después de un desengaño amoroso o no se bien qué coño pasó. El caso es que después de varios años con antidepresivos y ansiolíticos decidió cambiar el tratamiento y comenzó a beber whisky, después ron y por último las colonias de su aparador. Y cuando ya pensaba que no podía caer más bajo, empezó a frecuentar aquel bar de carretera donde terminó lamiendo los vasos de los clientes que se marchaban y follando y chupándosela a quien le pagara un par de copas.

Finalmente llegamos a su casa, aparqué junto a la puerta y mientras ella abría yo fui a por la madre. La muy puta se había vomitado encima pero de paso había dejado hecho una mierda todo el asiento trasero, vómito asqueroso de whisky de garrafa, ron barato, papas fritas y con toda seguridad semen. Me dieron ganas de patearle la cabeza, pero un vistazo al umbral me hizo serenarme y me limité a agarrarla por los tobillos y arrastrarla fuera del coche. La levanté por la espalda y la metí dentro de la casa, Eloísa me guió por un pasillo estrecho y destartalado hasta una habitación más destartalada aún y la dejé caer sobre la cama. La cabrona ni se movió, tal como cayó continuó roncando.



Luego me llevó hasta un pequeño salón que estaba casi en penumbra, más por la mugre en los bombillos que por otra cosa. Sacó una botella de whisky y me puso un vaso mientras ella se desahogaba contándome lo mal que lo estaba pasando con su madre, que temía que un día le ocurriera algo malo y no se qué más historia ya que yo estaba demasiado ocupado vaciando la botella y contemplando su escote hasta que se encogió en el sillón y se echó a llorar. Yo no sabía muy bien qué hacer así que me pegué un buen trago directamente de la botella y me arrodillé junto a ella, le separé las manos de la cara y le di un beso, la agarré por la nuca pero ella consiguió soltarse y me dio un bofetón. Retrocedió por el sillón y siguió llorando a lágrima viva. Yo lejos de amilanarme me excité aún más, fui hacia ella y agarrándole las manos la volví a besar, la acorralé contra el respaldo y el apoyabrazos y la apreté más fuerte. Ella gritaba, forcejeaba y lanzaba patadas, se retorcía como una víbora pero yo no cejaba en mi empeño. Al poco noté que abría su boca solícita y enroscaba su lengua con la mía, los forcejeos se convirtieron en contoneos, me clavó las uñas en los hombros y me aprisionó por la espalda con sus piernas meneando las caderas con lujuria. Por un momento consiguió sorprenderme pero ella me agarró la cabeza y comenzó a lamerme la cara, el cuello y el pecho. En ese instante caí a sus pies y me manejó a su antojo como si fuera una marioneta, su juguete sexual. Me chupó el rabo como si fuera una piruleta, cabalgó sobre mí hasta que sentí que me partía, me mordió el cuello hasta hacerme sangrar, me estrujó todo lo que quiso y más hasta que al final abrió la boca golosa para recibir entera toda la bendición de una noche de sexo y lujuria que mi hisopo dolorido descargó directo a su garganta.

Me desperté al cabo de unas horas tirado en el suelo desnudo y completamente magullado y con un dolor de huevos que casi no podía caminar. Ella dormía plácidamente sobre el sofá, desnuda también. Ya no me parecía tan atractiva. Me dolía la cabeza de la resaca, así que me bebí lo que quedaba de la botella whisky, rebusqué mi ropa por la habitación y me vestí. Su pantalón vaquero se había enredado en mi camiseta y en uno de los bolsillos encontré su cartera, que tenía toda la pinta de haber comprado en el chino de la esquina. Me puse a hurgar en sus bolsillos y entre bonos de descuento, fotos descoloridas y papelitos con teléfonos y notas ilegibles encontré dos billetes de veinte euros, cuatro de diez y varias monedas. Le dejé la calderilla y me llevé el resto para amortizar los gastos de la limpieza de la vomitona. Me subí en el mercedes bajé todas las ventanillas y me largué a casa.


Nunca volví a aquel bar de carretera. Esa mañana al regresar a casa me pasé un buen rato pensando en lo que me había sucedido, a las seis de la mañana me tomé dos ibuprofenos, un buen café cargado y me metí en la ducha una hora. Me afeité, me vestí con la mejor ropa que tenía y me fui al trabajo. Por primera vez en muchos meses llegué el primero, no me separé de mi mesa ni para ir a mear, sonreí a todos los que me cruzaba y comenté junto a la máquina del café el partido del día anterior aunque siempre había odiado el fútbol. Regresé a casa y me pasé toda la tarde viendo los programas del corazón de las cadenas más cutres mientras me hinchaba a comer gominolas. Aquella noche lo comprendí todo, abrí los ojos y vi el pozo al final de la luz, supe que debía sacrificar mi libertad y mi libre albedrío y alienarme como el resto de la sociedad. Porque sabía que nunca tendría los cojones que había tenido Mara para dejar todo atrás y emprender una nueva vida, una vida sin restricciones, en libertad. Asumí que siempre sería como Eloísa, una fracasada, una amargada, que se pasaba todo el día arrastrando su indignidad por las calles para terminar la noche acurrucada en el sofá, llorando y lamentándose, esperando que llegara alguien que la follara hasta la extenuación. Alguien que le diera cariño. Solo quería ser una persona normal. Por eso nunca volví a ese bar de carretera, nunca volví a ver a Eloísa. Pero no podía evitar que de vez en cuando volviera a pensar en el aparcamiento en la parte de atrás de ese bar de mierda, y en las noches en que pagaba una copa a aquella borracha loca y en lo bien que la chupaba la jodía.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Dublin, Friendly City

Cinco días después de regresar de Dublín, con un constipado que me ha tenido en jaque toda la semana y la vuelta al trabajo, apenas he tenido tiempo para revisar las fotos que mi amigo Fabio y yo hicimos en aquella ciudad. Hay muchas fotografías en el disco duro: de Iglesias, de Museos, de calles, de históricos monumentos, de dublinesas y dublineses, de bares, de barcos... por cuestión de espacio dejo sólo una pequeña muestra de nuestros cuatro días en Dublín y de la agotadora y pasada por agua jornada en Belfast. Cuando el pasado sábado abandoné el aeropuerto de Dublín con destino Madrid, prometí volver. Es una ciudad cargada de alegría, de dinamismo, de belleza y de amabilidad. Dublín es una ciudad compacta, que conocí prácticamente a pie y en la que, con la salvedad del frío y de los anocheceres a media tarde, me sentí como en casa; porque el dublinés, de caracter amable y provinciano, así lo quiso, y porque la capital de Irlanda, acoge al recién llegado como a un conocido de toda la vida.


En O´Connell Street, una de las Avenidas principales de la ciudad, a media mañana. 3 o 4 grados.



"The Spire" o la aguja o "El monumento a la Luz". Una monumento de más de 120 metros plantado en O´Connell St. Se ha convertido en lugar de quedada y arrancadilla para casi todo el mundo








Imagen de una calle cualquiera de Dublín. Con sus casas bajas, límpias, poco transitadas y por las que transcurre Leopold Bloom, en el Úlises de Joyce . El sol, que tímidamente nos hace saber que exist, apenas calienta el asfalto





Nuevas construcciones en el río Liffey.

.. y Molly Malone, la pescadera (y dicen que puta) más famosa del viejo Dublin. Un cigarrito junto al Liffey, al fondo, el famoso puente Ha´Penny.












No podía faltar los Pubs dublineses. Estos son algunos de la vieja y bulliciosa zona Temple Bar, a orillas del negro y frío Liffey.










A la entrada de la exposición del libro de Kells y de la Long Room: una magnífica e impresionante biblioteca que alberga el Trinity College con más de 6 millones de ejemplares.


Dos imágenes d ela entrada al Trinity College, la universidad más
famosa de Dublín y en la que estudió, por ejemplo, Oscar Wilde.










Momento literario. Con la estatua de James Joyce, que parece mirarnos a todos como si fuésemos extraños, y debajo de Oscar Wilde, sentado junto enfrente de la casa en la que pasó su infancia, en Marrion Square,1














En el tren a Belfast. Verde, vacas, más verde, ovejas, verde otra vez...









El imponente Ayuntamiento de Belfast, en pleno centro de la ciudad, y parte de los murales de la Línea de Paz, que separa Falls Road, barrio republicano donde está la vieja sede del Sinn Fein y Skill Road, barrio unionista o lealista a la corona inglesa.











De obligada visita, la Guinness Store House. 250 años produciendo el oro negro irlandés. Desde la séptima planta se podía degustar una pinta y disfrutar de las mejores vistas de toda la ciudad en el Gravity Bar (y digo toda, porque el bar tiene forma circular y está completamente acristalado). Espectacular

La escultura de sí. Michel Onfray (Apuntes)


La escultura de sí:
Michel Onfray.
enero 2009. 256 págs. Errata Naturae
En este libro- como en todos los de Onfray- abunda la inteligencia: emocional, estética y el sentido común (que de esto puede presumir el francés). La idea central que luego Onfray desarrolla en este ensayo, queda clara en el subtítulo de portada: ‘Por una moral estética’. “La escultura de sí” defiende al ser humano dispuesto a convertir la ética en estética: al hombre que, frente a las ideas y virtudes tradicionalmente correctas y aceptables: la contención, la humildad, el perdón, sumisión, el amor incondicional…, se decanta por la grandeza, la diferencia y la virtud
El ensayo enfatiza en una moral que afirme al ser humano y que lo aleje de las imposiciones (desde el Estado, desde una religión o cualquier instancia superior) y sólo obedezca a su propia voluntad. El autor utiliza el personaje de Condotiero, un mercenario que, contra lo que parece ser por naturaleza, encarna virtudes variadas y sublimes.
De las tesis de Onfray surge la idea de un ser libre, que abomina de lo que él llama «ideas fijas»: el hombre común, se conforma con la mediocridad de la masa y esto le impide brillar con luz propia. En la mediocridad se acepta como natural que la grandeza es una virtud imposible y casi prohibida.

De nuevo, Onfray defiende y aboga por un hedonismo bien entendido, placentero y que no da cabida a las renuncias (el «placer negativo», que llama Onfray en la obra), porque el hedonismo es afirmativo y vital, persigue la alegría del ser y no concede la más mínima oportunidad al sufrimiento:
*“Es lícito despreciar o ignorar a nuestros semejantes si no se encuentran puntos de conexión con ellos, frente al amor cristiano que todo lo iguala; esa igualdad se traduce en la mediocridad y la neutralidad de los demás". Onfray presenta el término eumetría para referirse a la capacidad de alejar a los demás (a los que despreciamos o ignoramos) o de acercarles (a los que respetamos o admiramos).
Un libro sobre la pasión por la estética y la inteligencia; el sentido común aplicado a la vida cotidiana y una llamada a la felicidad como camino a seguir, como medio y no como fin.



NOTA de la editorial: Michel Onfray, con este ensayo ha obtenido el prestigioso Premio Medicis de Ensayo. En él aparecen casi todas las claves teóricas que el autor ha desarrollado en su proyecto filosófico general: una ética de la inmanencia sostenida por nociones como las de individualismo libertario, utilitarismo festivo o erótica solar.