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En las pausas para comer en el trabajo estoy releyendo la colección de relatos “Mil Cretinos”, de Quim Monzó. En casa continuo inmerso pasito a pasito en el particular mundo onírico y casi indescifrable de Pynchon- llevar este ladrillo todos los día en la mochila, como qué no- Juan hizo en su momento un comentario magnífico de esta novela, pero cuando cierre la última página, y tenga más o menos clara una idea global juro escribir sobre ella. Y después me espera 1Q84; si de esta sigo cuerdo ¿? será un milagro. Como decía, releer a Monzó es algo que suelo hacer muy de vez en cuando, pues sus relatos tienen esa impronta de la primera vez que nunca se vuelve a repetir; literatura que corta como un bisturí y tarda en sanar. Independientemente de que para mí sea uno, si no el mejor, escritor de relatos que he leído en mi vida, “Mil cretinos”- que hace poco se estrenó en cines, razón por la cual he vuelto a coger el libro entre las manos para constatar por enésima vez que esta literatura no se puede llevar de forma digna a la pantalla. Ya lo intentó hace algunos años Ventura Pons con “El porqué de las cosas” y no pudo ser más grande el fiasco- es el mejor, más completo, extraño y genial libro de relatos del catalán. Arranca con una historia un poco alejada del estilo “monzoniano” pero que en siete páginas deja la sangre helada. Y ya no puedes parar de leer hasta el texto titulado “Sábado”, una patada en toda la boca después de narrar con pelos y señales las 24 horas en la vida de una mujer “despechada”.
Y uno tras otro Monzó consigue, con esa prosa seca y cortante, fría y desnuda, minimalista y minuciosa, surrealista y telúrica, insoportable por dura y real…meternos de lleno, con unas historias hechas a medida, cortas y largas, que abarcan la muerte, la soledad, el dolor, la familia, la vejez, la rutina, la enfermedad, la inadaptación… en un mundo de cretinos con el que convivimos y que Quim Monzó nos presenta uno por uno; ¿y si esos cretinos somos nosotros mismos?