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martes, 4 de octubre de 2011

Diario de la belleza

Hace exactamente hoy una semana tuve la oportunidad de ver en vivo uno de los espectáculos que la compañía de circo canadiense Cirque du Soleil (aunque en realidad es un babel artístico) está paseando por España. En realidad, planeé mis días de vacaciones en torno a esta idea, y así aprovechamos para pasar un par de días en Madrid (siempre intentamos cuadrar los días para pasar una o dos noches allí), visitar el Museo Thyssen –impresionante colección, por cierto-; lástima que nuestra visita coincidió con el día de clausura de la exposición de Antonio López y nos fue imposible conseguir entrada para contemplar la obra de este genio contemporáneo.Nunca había visto tanta gente dentro y fuera un museo, la madre de dios, parecía la previa de un partido de fútbol: enormes colas para entrar por horarios, reventas, compras en la tienda del museo como si se tratase de la boutique del Barça… me quedó la decepción de no visitarla, pero sí que disfruté sala por sala las obras maestras que el barón y su esposa han ido coleccionando; impresionante Edward Hooper (de paso decir que es uno de mis pintores favoritos) y su vasta colección de pintura holandesa y alemana. El resto de los días en Madrid pasaron entre largos paseos, cafés, cervezas, compras… y nuevos planes para volver este año a ver el musical de El Rey León.

El lunes, muy de mañana, cogimos el AVE a Córdoba y pasamos un día y medio en un encantador hostal digno de película de Berlanga junto al río y a dos pasos del casco histórico. Mucho calor, mucha cerveza, mucha comida, muchas columnas en la mezquita, mucha belleza que se esconde entre calles empedradas y estrechas.

El martes a media tarde, y después de sentirme como Jesús Calleja en uno de sus desafíos mientras buscaba el pequeño hotel entre el laberíntico Barrio de Santa Cruz del centro de Sevilla, hicimos una merienda-cena junto a la Catedral para después coger un taxi y volver a perdernos, con taxista incluido, en la Cartuja, los antiguos pabellones de la Expo y explanadas que se solapaban con el horizonte. Finalmente encontramos la carpa coronada con las letras Cirque du Soleil, unos cuantos camiones inmensos y mucha gente que se arremolinaba en torno al paraíso del Merchandising que vende la compañía: desde perritos calientes a máscaras, vestuario, libros, paraguas, pelotas de retales… Patri y yo esperábamos para sentarnos en la grada viendo a la gente de un lado para otro y creo que en ese momento pensamos que si tanta expectación creada en nuestras cabezas durante tanto tiempo nos iba a defraudar. No sé si han tenido esa sensación (le pasa a mucha gente con La Gioconda cuando visita el Louvre, por ejemplo) de que la idealización de algo es mucho mejor que lo que luego se contempla; lo que Punset dice: que la felicidad es en realidad la antesala de la felicidad. En esta ocasión todo fue tan grande y espectacular como se imagina. “Corteo”, más que un espectáculo circense es una obra teatral llena de imágenes poéticas y de mayúsculos artistas que salen de la imaginación de un payaso que tras su muerte imagina su funeral; un funeral que es el más difícil todavía, y siendo el Circo del Sol, el más imposible todavía. Más de dos horas de enorme belleza en un escenario que nunca está vacío y por el que desfila un grupo de más de 20 artistas que por ciento veinte minutos parecen en estado de ingravidez. Impresionante y muy recomendable.

De vuelta a casa, en el avión, me rondó por la cabeza la idea del relato que publiqué hace un par de días en este blog, y creo que mi cabeza no descansó hasta que puse el punto y final. Creo que mi deuda con unos días de tanta, a la fuerza inspiradora, belleza está saldada después de muchas semanas en la que me sentí incapaz de escribir la lista de la compra.

El lunes de vuelta al trabajo: a madrugar, a la rutina y a hacer equilibrismos para mantenerse en el puesto y malabarismos para llegar a fin de mes, y todo con una grácil sonrisa, pero vengo entrenado.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Sevilla

No voy a redundar en los epítetos que siempre acompañan a la ciudad de Sevilla. Tampoco quiero hacer una crónica exhaustiva de mis días allí porque se puede resumir en unas fotos. Tuve tiempo para pasear, para leer un comic cojonudo que compré para el viaje de vuelta, "Arrugas", de Paco Roca,premio al mejor guión y álbum en el Salón del Cómic 2008, y que se acerca al Alzheimer reuniendo anécdotas que sus amigos, hijos de afectados, le fueron contando. Muy recomendable. Y como no, tuve todo el tiempo del mundo para comer, beber y disfrutar del arte (las tres premisas que me llevaron a orillas del Guadalquivir).


Tiempo para jartarse de arte sacro





Tiempo para pasear por Palacio



Tiempo para mojarse de lo lindo

















Tiempo para comer y beber hasta reventar (como resultado, 2 kilos de más y no precisamente en la maleta)




Tiempo para rebuscar entre libros y leer.




Y para volver a comer


sábado, 29 de mayo de 2010

Mercat de Sant Antoni

Este domingo pasado pasé la mañana en el Mercat de Sant Antoni (en la zona del Eixample Esquerre, en BCN), entre montañas de libros de segunda mano, comics tratados como reliquias, rockeros amantes y recuperadores de vinilos que rebuscaban en cajas de cartón, carteles de cine del destape, programas de mano de teatros y zarzuelas, sellos plastificados y pulcramente archivados, octogenarios numismáticos, frikis de fe a la caza de viejos mangas y nostálgicos que rebuscaban entre miniaturas de Star Trek y StarWars, figuras legendarias de personajes con los que crecimos (Patricia adquirió por un módico precio regateado toda la troupe de Mafalda), guías de viajes con las páginas manoseadas y amarillas, colecciones de cromos de fútbol muy anteriores a Naranjito con ese inolvidable olor a pegamento Imedio, antiguos números de Interviú, Garbo, Hustler, Playboy…o Fotogramas con una jovencísima y hermosa Carmen Maura sonriendo en portada y una lasciva Victoria Abril con bragas de oro…




sábado, 19 de diciembre de 2009

Hedonistas en el mundo.

Siguiendo la moda de la telemierda (españoles en el mundo, callejeros viajeros, etc.), los hedonistas se han lanzado al mundo exterior y nos cuentan sus  experiencias. Ya nos han contado Rafa y Raúl sus aventuras en el extranjero (Barcelona e Irlanda) y el Gran Magister desde Lanzarote nos tiene al día sobre sus andanzas. Yo no voy a ser menos y para realizar la crónica de hoy me he ido a un sitio lejano, en los confines del mundo conocido, un sitio maravilloso como pocos: La Cruz de Tejeda.
  Estoy pasando el fin de semana en el Parador de la Cruz de Tejeda, y esto es la gloria bendita. La tranquilidad y el aire puro se respiran por todos lados. Aquí no hay giris borrachuzos, niños pesados, ni pandillas de poligoneros.



  El parador en sí es una maravilla, han rehabilitado la parte antigua (que fue diseñada por el hermano de Nestor)  y han añadido más habitaciones y un spa, que aún no está abierto al público porque  al parecer faltan por llegar materiales. Sí está terminada la piscina aunque tampoco está abierta al público, pero que parece colgar sobre los pinos. Una pena porque hubiera sido una delicia darse un baño rodeado de pinos y brumas alisias.
  Esta mañana, después del desayuno, hemos hecho la caminata hasta el Roque Nublo. La mañana estaba preciosa y hemos disfrutado con las vistas, un paseo que hay que repetir.
  Por la tarde, despues de tomarnos un café con vistas al Bentaiga, yo me he metido en el salón del Parador (que tiene conexion wifi para enviar crónicas) y mi mujer se ha ido a dar un paseo por los alrededores. Al final se le ha hecho de noche y casi no encuentra el camino de regreso y casi me pilla descorchando el champán.
  Espero que disfruten con las fotos.



















viernes, 11 de diciembre de 2009

Dublin, Friendly City

Cinco días después de regresar de Dublín, con un constipado que me ha tenido en jaque toda la semana y la vuelta al trabajo, apenas he tenido tiempo para revisar las fotos que mi amigo Fabio y yo hicimos en aquella ciudad. Hay muchas fotografías en el disco duro: de Iglesias, de Museos, de calles, de históricos monumentos, de dublinesas y dublineses, de bares, de barcos... por cuestión de espacio dejo sólo una pequeña muestra de nuestros cuatro días en Dublín y de la agotadora y pasada por agua jornada en Belfast. Cuando el pasado sábado abandoné el aeropuerto de Dublín con destino Madrid, prometí volver. Es una ciudad cargada de alegría, de dinamismo, de belleza y de amabilidad. Dublín es una ciudad compacta, que conocí prácticamente a pie y en la que, con la salvedad del frío y de los anocheceres a media tarde, me sentí como en casa; porque el dublinés, de caracter amable y provinciano, así lo quiso, y porque la capital de Irlanda, acoge al recién llegado como a un conocido de toda la vida.


En O´Connell Street, una de las Avenidas principales de la ciudad, a media mañana. 3 o 4 grados.



"The Spire" o la aguja o "El monumento a la Luz". Una monumento de más de 120 metros plantado en O´Connell St. Se ha convertido en lugar de quedada y arrancadilla para casi todo el mundo








Imagen de una calle cualquiera de Dublín. Con sus casas bajas, límpias, poco transitadas y por las que transcurre Leopold Bloom, en el Úlises de Joyce . El sol, que tímidamente nos hace saber que exist, apenas calienta el asfalto





Nuevas construcciones en el río Liffey.

.. y Molly Malone, la pescadera (y dicen que puta) más famosa del viejo Dublin. Un cigarrito junto al Liffey, al fondo, el famoso puente Ha´Penny.












No podía faltar los Pubs dublineses. Estos son algunos de la vieja y bulliciosa zona Temple Bar, a orillas del negro y frío Liffey.










A la entrada de la exposición del libro de Kells y de la Long Room: una magnífica e impresionante biblioteca que alberga el Trinity College con más de 6 millones de ejemplares.


Dos imágenes d ela entrada al Trinity College, la universidad más
famosa de Dublín y en la que estudió, por ejemplo, Oscar Wilde.










Momento literario. Con la estatua de James Joyce, que parece mirarnos a todos como si fuésemos extraños, y debajo de Oscar Wilde, sentado junto enfrente de la casa en la que pasó su infancia, en Marrion Square,1














En el tren a Belfast. Verde, vacas, más verde, ovejas, verde otra vez...









El imponente Ayuntamiento de Belfast, en pleno centro de la ciudad, y parte de los murales de la Línea de Paz, que separa Falls Road, barrio republicano donde está la vieja sede del Sinn Fein y Skill Road, barrio unionista o lealista a la corona inglesa.











De obligada visita, la Guinness Store House. 250 años produciendo el oro negro irlandés. Desde la séptima planta se podía degustar una pinta y disfrutar de las mejores vistas de toda la ciudad en el Gravity Bar (y digo toda, porque el bar tiene forma circular y está completamente acristalado). Espectacular