viernes, 20 de noviembre de 2009

Él y ella: se hablaron. 2ºparte

Al día siguiente, cuando el cielo anaranjado pintaba la despedida al día que se iba, él y ella coincidieron en el andén de salida. En las horas previas, ella anduvo mascando su nerviosismo, con un reloj sin ganas de hacer caminar al tiempo perezoso. Él, que pisaba el ansia en su andar acelerado, trabajó ese día a la orden de la distracción, mientras empujaba la lenta manecilla del presente a base de súplicas.
La vio sentada, con las piernas cruzadas, mientras acariciaba su bolso dorado esperando que apareciese su genio de la lámpara. Lo vio de pie, a dos metros de distancia. Con una mirada magnética, consiguió atraerlo hasta el banco, aunque casi queda cosido al suelo por el hilo de la vergüenza. Se sentó en el banco que ofrecía dos asientos libres para el hombre más afortunado que se sentase al lado de tan bella mujer. Él miraba al suelo; ella a los raíles del metro. Una mirada de reojo hacia ella, le concedió la propina de ver sus piernas cruzadas, refinadas y socarronas, que escondían su secreto más preciado. Un gesto cómplice de ella, caprichosa y descarada, lo desvestía sin botones ni remangos.
Llegó el metro. Subieron seguidos el uno del otro. Se sentaron juntos en dos asientos libres, ampliando el plazo establecido por la suerte, y atados con un filamento invisible de un encuentro no casual. Ninguno de los dos desnudó al cronómetro que, vestido de bufón, se
mofaba por una cuenta atrás que empezaba a insistirles. La oportunidad se presentó ante ambos, dándoles un ultimátum.

Pero cuando el silencio había empezado a bajar el mazo que daba este juicio como nulo, los dos se levantaron y clamaron: justicia. Se atropellaron con la voz. Fue un concierto de graves y agudos que, mezclados con los acordes clásicos de ruedas sobre raíles, durmieron a la bestia de la ignorancia. Se comunicaron. El tropiezo ocasionó una sonrisa entre ambos que derritió el muro de hielo que los quemaba de frío. Ella afinó su voz afinada e hipnotizadora, que lo dejó embobado mientras le orquestaba, en exclusiva, un concierto de violín y lo resplandecía con sus ojos chisposos. Y después él, que atronó con un contrabajo que empujaba, a base de graves, a la timidez por la ventana del vagón. Bajaron juntos, subieron juntos las escaleras y salieron juntos en un camino aislado del mundo que les era ajeno. Y en el momento de la dolorosa despedida, quedaron para mañana, con un beso que presagiaba al destino, rozándose con un roce eléctrico que encendió la bombilla del antojo y, que permaneció iluminada, a golpes de suspiros, durante toda la noche.

5 comentarios:

Raúl M.V. dijo...

Lo comentábamos hace un par de dias por teléfono: esa "no necesidada" de encasillarte en cierto tipo de historias y estilo, te da la ocasión de adentrarte en temas como éstos; escuetos, ágiles y llenos de hermosas imágenes literarias. Además, el hecho de tener tres frentes abiertos ...no sé como, ni de dónde, sacas esa inspiración. Enhorabuena, Mode.

Modesto González dijo...

Gracias, de nuevo, por tu comentario. Es toda una odisea mantener dos relatos abiertos. A golpe de tesón y ganas los voy empujando hasta el deseado final, pero a veces el esfuerzo te puede. lo mejor te lo comenté por teléfono: que cada día me levanto con ganas de contar algo. Siempre que exista esto y esa inspiración que a veces me viene, lo demás sale solo.

karnak dijo...

Te admiro porque eres capaz de pasar al texto la inspiración, algo que a mi me cuesta un monton. Y creo que es por la forma que tengo de trabajar los relatos. La proxima vez tenemos que hablar sobre el proceso creativo.

Modesto González dijo...

Cuando quieras. Un sábado, estuvimos hablando Raúl y yo sobre todo esto: lenguaje, realismo mágico... y fueron casi tres horas fantásticas. Todo es algo complicado de explicar, así que cuando nos veamos, hablamos sobre ello. Este sábado y domingo, creo, estaré por allí. Ya te diré.

Juan G. Marrero dijo...

¡Ah..las musas...amigas de Mode se rien del resto de hedonistas...!
¡Tu sigue...ENCHUFADO DE LAS MUSAS...!