martes, 4 de enero de 2011

Escritura automática

Prólogo.
Romper un silencio así no tiene perdón

Ayer por la noche, Charlie estuvo en mi casa. En su risa, en el umbral de la puerta, encontré su perdón. Nos dimos un tímido apretón de manos que él, con un gesto de fuerte hermandad, convirtió en un abrazo sonoro y asfixiante. Me pidió una cerveza y algo para picar. Le serví un güisqui con agua del grifo y un trozo de chocolate, y me disculpé para ir al cuarto de baño. Charlie rebuscaba entre los cedés apilados en la esquina junto a la ventana. Cuánta mierda de jazz tienes, dijo, mientras acercaba la llama azul del mechero a la punta del Marlboro que había cogido de mi cajetilla. Volví a hablarle sobre Miles Davis y él me calló con un profundo suspiro. Apretó el play del reproductor y dejó el estuche del cedé en cualquier parte. Nos dejamos caer en el sofá. Construimos entre los dos un tenso pero agradable silencio, como dos halcones que sobrevuelan la enorme gruta de un cañón. La trompeta de Miles Davis se atrevió a romperlo con los primeros acordes de Tutú. De cuando en cuando, miraba de soslayo a Charlie, que seguía recostado con los ojos cerrados y la ceniza del cigarro a punto de precipitarse sobre el sofá. Nos acabamos el güisqui y los cigarrillos. Charlie se levantó del sillón, recogió del suelo un cómic abierto que encontró en su camino y entró en la cocina. Seguí con la mirada cada paso a la vez que pasaba las páginas del cómic. Martha llamó esta tarde, gritó, acompañando el abrir y cerrar de puertas y cajones. No respondí, me limité a un ajá casi inaudible. Me preguntó por ti, dijo, mientras encendía un cigarro con la colilla del otro apoyado en la puerta. Silencio. Silencio. Silencio. Lo siguiente que recuerdo es a Charlie abalanzándose sobre mí, su puño en mi cara a través del cómic, y un cuchillo de cocina enterrado en mi muslo.


Nota: Estas son las primera líneas que escribo después de mucho tiempo. Preocupante sequía creativa con la que decidí terminar el primer día de este nuevo año. Me senté delante de un folio en blanco con mi Pilot negro de toda la vida, y escribí sin parar lo primero que me pasó por la cabeza, sin reparar en comas, puntos, dos puntos, ritmo...poniendo en práctica esta técnica que llegué a leer en algun lugar. Éste es el resultado de ese relato que decidí divir en 3 partes.
* Decir también, que el título es una frase robada de una canción de de la banda catalana Standstill, a los que escuchaba antes de sentarme a vomitar palabras.

4 comentarios:

Ángel Díaz dijo...

bienvenido de vuelta, "bro" se echaba de menos tu "pilot" negro....me gusta...

Juan G. Marrero dijo...

¡MUY BUENO, SIGUE, SIGUE....!!!

Yo voy por la página 1118 de CONTRALUZ, y claro...Leer si, pero escribir no...

Modesto González dijo...

Pareció que volvió esa musa que te decía en el mensaje del móvil. Ya dejas lo emocionante para una segunda parte.... manchada de sangre ejej.
El general en el laberinto de García Márquez puede ser uno de esos libros donde escasamente hay puntos y comas. También recuerdo que comentaste que habías leído una historia sin puntos, aunque no la recuerdo. Creo que tu musa fue enviada por Juan a través de Binter ejej.
Juan, me asombra enormemente lo enamorado que estás (literariamente, claro) de Pynchon. Con tus elogios me atrae un montón la novela de Pynchon. Veremos...

karnak dijo...

Muy buen relato Raúl,intenso, espero que la musa haya vuelto para quedarse. El magister esta preñao con contraluz, para mi que el ingles le ha dado comisión para que lo publicite.