“¿Dónde está el perro?”, preguntó el gato después de
incorporarse tras el viaje, a dentelladas, que le hizo emprender el perro por
encima de la mesa y tras quedar despatarrado en la esquina del salón.
Desentumeció sus músculos doblando el lomo y estirando las patas delanteras.
Sacudió la cabeza como si estuviera mareado, aturdido o desubicado. Tenía los
bigotes destensados, como una cuerda rota de guitarra inservible. Terminó por
arrancarse un maltrecho colmillo que le colgaba de un fino hilo de encía y se
lamió la cavidad con gesto amargo, pero siguió sondeando con la lengua
cualquier resto de sangre que pudiera esconderse en el hocico. De la cavidad
donde había estado anclado por años el viejo colmillo brotaba abundante sangre;
escupió un pequeño coágulo y avanzó, parsimonioso, hacia el pasillo. Intenté
cortarle el paso inútilmente y disuadirlo de que fuera en busca del perro, al
que vi correr escaleras abajo con la intensión, vacua, de no regresar hasta que
el gato hubiera muerto, porque él sabía que ya no podría volver a tirarse relajado y despreocupado en el pasillo, enroscarse en el sofá o dormir la siesta en el balcón en verano,
pero el gato, elevando de modo regio y desafiante la cola y las orejas,
zigzagueó entre mis piernas en un silencio mortal. Cuando alcanzó la puerta
entornada giró la cabeza muy despacio, como si se estuvieran plegando
maltrechas bisagras y dejó en el aire, vocalizando de forma nítida y amenazadora:
“En peores refriegas me he visto”, y me guiñóel ojo.
4 comentarios:
El gato no será Stardust , je je , ya era hora de que hubiera un poco de meneo en el blog .
Gato marrullero
Siempre enredando...
Muy guapo... más, más...
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