Un ligero insomnio me tiró la mañana del viernes 20 de la cama. Amaneció con el
cielo nuboso y algo de lluvia. Idas y venidas por el instituto, risas,
reuniones y última miradas de hermosas compañeras para acabar en un claustro. Aproveché que se estaba
aplaudiendo los premios obtenidos por dos estudiantes de cocina y me levante
dando las gracias por los aplausos que sabían que no eran para mí, pero lo
parecía, ante las carcajadas de los compañeros por lo simpático de la situación,
y salí antes que nadie para poder llegar a tiempo al aeropuerto.
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Un amigo quedó en
irme a recoger, después de esperarlos un par de minutos enseguida me llevó para
Tahiche…Saludos al perro, un abrazo a mi hijo…Y cuando iba a colocar la ropa en
mi habitación me dio olor a perro…Se lo dije a la madre de mi hijo…
-¡No puede ser…!
-Yo insistí…Hasta que ella vio la meada del perro que había
entrado a marcar el territorio…
¡¡¡Animalito….!!!
Salí a saludar a un par de amigos y me fui al restaurante
Lamaría a comer para paliar el hambre y quitar el gran frío que estaba haciendo
en ese momento. El cocinero, un colega, casi amigo me saludó y después de un
rato de cháchara me ofreció la
hamburguesa gigante…
Cuando la vi que quedé un poco asombrado…Mientras me comía
aquella montaña de comida (aunque muy buena)
entré en calor…La terminé después de bastante esfuerzo…
Iba a visitar a otros amigos, pero el frío me hizo refugiar
en el supermercado donde saludé a varios colegas. Un ratito de risas y
conversación y para casita.
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