lunes, 14 de septiembre de 2009

Leer y manipular el cerebro


Ayer domingo en El País Semanal se pudo leer esta entrevista con el científico Carlos Belmonte donde destapa las posibilidades de manipular el cerebro. Muy interesante. He sacado algunos de las preguntas y respuestas más destacables.


Este prestigioso científico es experto en los mecanismos del dolor y el funcionamiento del cerebro. Cree que las posibilidades de manipularlo y estimularlo serán pronto un desafío ético.

*“Imagine un mundo sin dolor. Un mundo en el que podamos elegir el carácter y la vocación profesional de nuestros hijos. Un mundo en el que los asesinos en serie se transformen en buenas personas y en el que podamos borrar nuestros recuerdos más traumáticos. Un mundo en el que los lesionados cerebrales recuperen sus conexiones neuronales y en el que las sensaciones de felicidad y placer sustituyan al malestar y la depresión. Muchas de esas cosas ya están casi al alcance de nuestra mano y abren interrogantes éticos y sociales más que inquietantes.”.
*¿Se puede anular por completo el dolor, inhibiendo la parte del cerebro donde se genera esa sensación? Totalmente. La señal del dolor va de la periferia (la piel, por ejemplo, cuando te quemas) a la médula espinal y ahí va dando saltos en distintos niveles del sistema nervioso hasta que llega a la corteza, que es donde se aloja la sensación consciente de dolor. Hay otras zonas que alojan las emociones del dolor. Son zonas separadas, de forma que se pueden separar selectivamente unas u otras. Así que hay pacientes que tienen dolor, pero no lo viven emocionalmente como desagradable, y, al revés, dolores en principio nimios son insoportables para algunos. El problema más importante en el sistema nervioso es la especificidad, encontrar lo que actúa de manera selectiva en el circuito que quieres modificar. El problema es que el sistema nervioso no tiene receptores diferentes para cada cosa. Lo que varía es la manera de conectarse entre ellos. A nivel químico, si bloqueas un tipo de receptor, como hacen los opiáceos contra el dolor, activas al mismo tiempo el sistema de recompensa.

*A mí me impresiona, por ejemplo, la velocidad con la que progresa el conocimiento del cerebro. Es apabullante. Y la sociedad no es consciente de la influencia y el debate ético que va a suponer todo lo que podremos hacer con el cerebro. Podremos leerlo como una ventana abierta, saber qué piensa una persona. Podremos manipularlo, modificarlo, estimularlo, hacer ver cosas que en realidad el individuo no ve, hacer sentir cosas que no se sienten. Podremos saber cómo enseñar a los niños para que aprendan. Ahora todo lo hacemos empíricamente.

*¿Podríamos modificar un cerebro física o químicamente? También genéticamente. Haciendo que se expresen unos genes que antes no se expresaban o introduciendo unos genes que modifican un determinado circuito o haciendo que un circuito se desarrolle más que otro o reforzando una sinapsis... Ya se está aplicando al estrés postraumático con gente que ha participado en guerras como las de Irak o Afganistán. Para esa gente se ha encontrado el remedio: borrarles selectivamente ese recuerdo. El debate ético a plantear es dónde poner los límites.

*Sí parece que hay unas diferencias más evidentes entre el cerebro de un asesino en serie y el de una persona normal, ése es un caso muy patológico. Los asesinos en serie tienen un cerebro muy diferente. Hay una zona del cerebro, la corteza orbitofrontal, que es la última en desarrollarse y es ahí donde se establecen los circuitos que inhiben conductas impulsivas y que determinan nuestras valoraciones éticas y nuestra empatía emocional con otros. A los 18, 19, 20 años de un individuo, todavía se está engrosando esa zona cerebral

*Aparte del desafío ético que va a suponer la manipulación del cerebro, habrá que aceptar en el futuro esas diferencias entre hombre y mujer y quizá entre un europeo y un chino o entre un blanco y un negro. Exactamente. Y habrá que tener muy en cuenta el componente hereditario. Porque cada uno tiene una determinada carga genética para que el cerebro acabe conectando todos sus circuitos de una manera automática. Lo que llamamos inteligencia está genéticamente muy predeterminada, lo que quiere decir que es imposible ir más lejos que eso. Un cerebro se puede llevar al máximo, pero no por encima de su capacidad genética

*¿Lograr que una persona obsesiva o triste por naturaleza sea un poco más optimista y un poco más feliz? Claro. La cuestión es dónde pones el límite, dónde paras. ¿Vamos a tener a todo el mundo siempre contento? ¿Es a eso a lo que aspiramos? A lo mejor entonces ya no trabajamos, porque no tenemos otra recompensa. Es muy complicado. Es un verdadero debate ético para la sociedad del próximo futuro. Conviene controlar la agresividad, pero esa misma agresividad en un determinado individuo puede ser muy útil en el trabajo. Los límites entre lo bueno y lo malo de la personalidad de la gente son muy difusos.

*Le voy a poner otro ejemplo de los desafíos a los que nos enfrentamos. El sentido de la responsabilidad es un concepto muy discutible en términos neurológicos. Hay un experimento también increíble. [Se ríe]. Se pone a prueba a una persona para que elija entre salvar a un niño o salvar a diez ancianos. No puede hacer ambas cosas a la vez. Pues bien, registrando la actividad cerebral de la persona que va a decidir, sabemos 100 milisegundos antes de que lo haga que va a salvar al niño o a los ancianos. Podemos saberlo e incluso estimularle de manera que tome una decisión distinta. En los dos casos, el individuo aportará una explicación racional a posteriori sobre la decisión tomada.

*Nuestra mente es el producto del cerebro funcionando. Los actos más sofisticados, las emociones más complejas, los sentimientos más profundos, las mayores abstracciones, no son sino una serie de circuitos actuando que dan lugar a ese producto que es el pensamiento.
Carlos Belmonte nació en Albacete hace 65 años. Hizo Medicina en Madrid, fue catedrático de Fisiología a los 27 años y estudió y trabajó en Utah. También fue profesor en Harvard. De vuelta a España montó el laboratorio del departamento de Fisiología de la Universidad de Valladolid, fue el primer ganador de la Cátedra Severo Ochoa de Biología y Biomedicina, y en 1989 fundó el Instituto de Neurociencias de Alicante. Lo ha dirigido hasta 2007.

3 comentarios:

Modesto González dijo...

Fantástico artículo, Raúl. Me han encantado saber lo que nos deparará la investigación sobre ese gran desconocido llamado Cerebro. La historia será: Qué queremos crear, como queremos modificar (como si fuese un ordenador) el cerebro, para que seamos de tal o cual manera. El débate, sobre todo ético, dará mucho que hablar. "Si una persona está triste y puedes hacer que se sienta alegre": no creo que sea tan fácil hacerlo porque si está triste es por algo que viene de atrás. Es un ejemplo de todo lo que podemos conseguir y convertir. Hombres por máquinas preestablecidas. Hay que tener cuidado porque locos, sobran

Mensy dijo...

Interesante artículo.....pero eso de manipular genéticamente el cerebro, olvidar los momentos traumáticos, no saber que es la tristeza, ser todos buenas personas......en que nos convertiremos en cerebros sin personalidad.........iremos todos por ahí como si nos estuviéramos fumando un porro con una sonrisa de oreja a oreja.........hombre para los padres seria fantástico, no tendrían que molestarse en educar a sus hijos...me pido uno no problemático y superdotado........
Yo estoy a favor de que se investigue, pero con fines terapéuticos o para curar determinadas enfermedades que se originan el sistema nervioso, como el alzheimer, parkinson……………pero para manipular lo que podemos sentir, es como si borraran una parte de nuestra historia……….

Juan G. Marrero dijo...

Antonio Damasio plantea estos conceptos ,pero desde la EDUCACIÓN....