lunes, 31 de octubre de 2011

Flores para los difuntos. II parte.

El Samain Celta.

Esta festividad céltica se celebraba en la víspera del 1 de noviembre y ha sido ampliamente descrita por historiadores como una ocasión de comunión entre los vivos y los espíritus de los difuntos. Una oportunidad para dirigirse a los antepasados, una fiesta de fin de verano y de la recogida de la cosecha, y una ocasión única para comunicarse con el mundo de los espíritus.



El Samain está considerado, además, el fin del año en el calendario celta. El año celta consistía de verano e invierno. En la víspera de Samain, los pastores regresaban a casa desde las montañas para pasar el invierno. En esta noche los síds estaban abiertos y sus habitantes salían a la superficie, los espíritus de los muertos regresaban al mundo de los mortales y se hacían visibles. “Barry Raftery, un distinguido arqueólogo, señala cómo Samain era un importante festival dentro del calendario pre-cristiano céltico con orígenes muy anteriores a la Edad del Hierro ”. No hay duda, pues, de que el 1 de noviembre tenía lugar un importante festival céltico, en el que había que protegerse contra las fuerzas sobrenaturales, a las que había que dedicar las oportunas ofrendas.



Este festival permaneció como un elemento del folklore irlandés hasta el día de hoy, y es curioso, que esta tradición fuera llevaba a los EEUU con las remesas de inmigrantes que partieron de Irlanda a finales del siglo XIX principios del XX. Esta festividad conocida popularmente como Halloween, es una versión moderna del antiguo Samain celta y de la fiesta cristiana de los difuntos. En muchos lugares la costumbre ha pervivido como una mezcla de rituales paganos y cristianos. Como por ejemplo las linternas hechas con calabazas (Jack O’Lanterns) que empezaron a usarse por primera vez en el Este de Inglaterra a finales del siglo XIX. Hoy día esta costumbre, ya americanizada, ha regresado a Europa donde se han popularizado las fiestas de disfraces en la noche de Halloween. Es tal vez la imagen más actual que tenemos de esta festividad, niños disfrazados de esqueletos, brujas o fantasmas que van de puerta en puerta solicitando golosinas al grito de: “trick or treat”.


 Las transformaciones de la sociedad romana bajo el cristianismo.

El cristianismo poco a poco se fue haciendo con el poder durante los últimos siglos de supervivencia del Imperio Romano, fue tomando las riendas de una autoridad que cada vez se hacía más lejana. El cristianismo se fue imponiendo, además, sobre la mayoría de cultos paganos que se desarrollaban en Roma al amparo de una libertad religiosa muy extendida. La novedad podía estar situada en la posibilidad de una futura resurrección de los muertos, un hecho religioso único y sin precedentes en el Mundo Antiguo. La nueva liturgia se sirvió de múltiples elementos ya existentes adaptándolos a su doctrina y transformándolos de tal forma que parecieran ritos y ceremoniales propios.



La Festividad de la Cátedra de San Pedro: Esta fiesta se instituyó muy tempranamente en Roma, hay constancia de que aparece ya el 22 de febrero en el más antiguo calendario romano, el Cronógrafo Romano del año 354, allí la “Depositio Martyrum” señala: “Natale Petri de Cathedra”. Es la fiesta de la “Cátedra de San Pedro”. San Pedro estableció primero su sede en Antioquía y luego en Roma, es decir estableció su asiento, su cátedra. De ahí que “catedral” es la iglesia en la que está la sede el Obispo . En Roma siempre se veneró con piedad todo lo referido a la vida de San Pedro. Desde los primeros siglos, se celebró en Roma una memoria del ministerio apostólico del primer Papa. El oficio religioso de este día celebra el nombramiento de Pedro como soporte de la Iglesia . Se escogió esta fecha porque en Roma, los últimos días del mes de febrero, los romanos se consagraban al recuerdo de los difuntos. La fiesta de la Cátedra de San Pedro fue originalmente una conmemoración fúnebre de Pedro, piedra fundadora de la Iglesia, organizada por la gran familia de la comunidad cristiana romana en honor de su fundador. En los primeros siglos, los cristianos hacían comidas fúnebres junto a las tumbas de los mártires, por lo que esta festividad no hace sino oficializar las celebraciones conjuntas que hacían los antiguos cristianos en las catacumbas al rememorar con comidas ad-íbidem el martirio de Pedro. Su celebración está íntimamente relacionada con la celebración de las Caristias romanas.



El Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.

Desde los primeros momentos de la cristiandad, se concedió un culto especial a los mártires de la Iglesia. La comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio comunicándole la muerte de su obispo Policarpo en el año 156. De este documento se deduce que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires reuniéndose donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación existente entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires. Sobre estas tumbas se erigieron basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo o la de San Lorenzo en Roma. Cuando cesaron las persecuciones se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían muerto de forma anónima a los que se fueron añadiendo muchos otros cuando se estableció el proceso regular de canonización. En el año 411 había en el calendario cristiano caldeo una “Commemoratio Confessorum” para el viernes después de Pascua. El Papa Bonifacio IV, el 13 de mayo de 609 o 610, consagró el Panteón de Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires. Gregorio III (731-741) pasa esta fecha al 1 de noviembre, cumpliendo con la tradición de adaptar las costumbres paganas a las necesidades cristianas y asumiendo esta fecha como una festividad cristiana. Gregorio IV (827-844) extiende la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia .



Por otro lado, el abad San Odilón , de Cluny, en el año 998, prescribe a todos los monasterios bajo su jurisdicción que el día siguiente a la festividad de Todos los Santos se hiciera memoria de todos los difuntos (2 de noviembre).

En el concilio de Oxford de 1222, el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Difuntos (2 de noviembre) fueron declarados oficialmente festividades cristianas anuales .


CONCLUSIONES

Las ofrendas fúnebres a los difuntos se remontan mucho tiempo en la antigüedad. Hay referencias arqueológicas que podrían suponer de ofrendas florales en una tumba neanthertal de Shanidar (Irán). La historia de los rituales funerarios es tan antigua como la propia aparición del hombre sobre la tierra. Los primeros seres humanos practicaron estos rituales con la creencia en la idea de que la muerte no era el final de la existencia, sino un tránsito del mundo de los vivos al mundo espiritual.



Estos rituales fueron evolucionando de distinta forma a lo largo del tiempo y a través de las distintas civilizaciones, y es en Egipto donde el culto a los muertos es la base principal de su religión. En torno a la muerte se crean rituales, ceremoniales y grandes tumbas en la convicción de la existencia de una vida más allá de la muerte.

Los contactos de griegos primero y romanos después con el Próximo Oriente y sobre todo Egipto, propició que muchos cultos y rituales fueran transferidos al mundo latino. E incluso antes que en Roma, es posible que mercaderes y viajeros Etruscos trajeran para esa civilización itálica su exacerbado culto a la muerte, del cual nos han dejado numerosos vestigios.

En el mundo celta, el festival de Samain, se ha fechado en épocas muy remotas. Y es posible que incluso fuera influenciado de alguna manera por contactos comerciales con celtas establecidos en Anatolia tras las invasiones gálatas del siglo III A.C.



Sea como fuere, en Roma confluyen varias culturas con unas amplias creencias en los rituales funerarios. La egipcia, la etrusca y la celta. La propia Roma pagana, posee varios rituales en los que se ofrendan tributos a los difuntos. Pero será la Roma cristiana la que unificada la población en una religión única transforme estos rituales en parte de la liturgia eclesiástica.

La religión romana fue desde el principio capaz de asimilar prácticas y rituales paganos siempre que fuera conveniente para su propio desarrollo. Cuando no podían acabar con una práctica, rito o creencia pagana firmemente establecida entre la población, simplemente la asimilaban. Tenemos por ejemplo los rituales en torno al Sol Invictus el 25 de diciembre, fueron transformados en las fiestas del nacimiento de Jesús, la Navidad, que se celebra hasta el día de hoy.



La Feralia, la festividad romana que cerraba las Parentalias, se celebraba el día 21 de febrero. Los cristianos que celebraban también esa misma ceremonia en memoria de sus mártires, instauraron la festividad de la Cátedra de San Pedro el día 22 de febrero, en recuerdo de aquellas celebraciones.

Las autoridades cristianas, que habían creado sus propias festividades de difuntos, para celebrar la memoria de los mártires. Acabaron por cambiar el día de la celebración de Todos los Santos que se celebraba el 13 de mayo al 1 de noviembre, fecha en la que coincidía con el Samain celta y que aún se mantenía como una tradición por una amplia parte de la población cristiana. Por su parte el día de los difuntos, que fue instaurado por el Abad de Cluny el año 998, se celebra el día 2 de noviembre. La primera fiesta celebra la memoria de los mártires del cristianismo y la segunda festividad celebra a todos los cristianos difuntos en general, a quienes se les honra con la misa para su posible salvación del purgatorio.

 

Por otro lado, estas ceremonias en recuerdo de los difuntos, siempre han revestido un carácter oferente. Una entrega testimonial a los difuntos de comida, bebida, y en ocasiones flores. Estas ofrendas tienen un carácter de acercamiento al alma o al espíritu de los familiares muertos. Una forma de vincularlos con los vivos, de mantener su recuerdo. De esta forma en las fiestas anuales establecidas (las Parentalias), los rituales de ofrendas ocupan una parte muy importante del ceremonial. Con el tiempo estas ofrendas se han mantenido a pesar del cambio de fechas promovido por las autoridades eclesiásticas, que a buen seguro, no vieron ninguna contradicción en estas ofrendas a los difuntos con la ortodoxia cristiana.

De tal manera, que hasta el día de hoy se han mantenido esa tradición. Actualmente el día de Todos los Santos o el Día de los Difuntos, los cementerios españoles se llenan de familiares que recuerdan a sus muertos, llevándoles ramos de flores.



[1] Shanidar (Irak): Esta cueva quizás sea más conocida en el ámbito popular por las supuestas  y muy discutidas (incluso por su propio descubridor R. Solecki) ofrendas florales a sus muertos de los neandertales. Shanidar presenta casi 14 metros de potencia sedimentaria. Allí se han desenterrado restos de nueve individuos neandertales (siete adultos y dos niños). El tema de los supuestos rituales funerarios a los que hemos aludido que incluían flores de vivos colores, aún siendo muy discutidos (cf. Carbonell y Sala, 2000), es una cuestión que hay que tener en cuenta a la hora de proponer ideas relacionadas con diferentes comportamientos respecto al mundo del más allá de neandertales y hombres modernos. Las fechas de Shanidar están muy mal precisadas, como muchos aspectos del yacimiento a pesar de su importancia; en cualquier caso, las dataciones obtenidas por C-14 han arrojado fechas de entre 51/47.000 B.P., pudiendo proponerse, por el tipo de sedimentación de la cueva, fechas de hasta 100.000 años (Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001). Alberto Gómez Castanedo, Próximo Oriente en la evolución humana.


1 comentario:

Ángel Díaz dijo...

De nuevo interesantísima continuación del artículo, curioso ver como todo es un totum-revolutum de unos y otros, de asimilaciones y adaptaciones de diferentes civilizaciones para expresar casi lo mismo.