martes, 10 de enero de 2012

Un día de Otoño

hola a todos, me he encontrado con un relato, que tenia aparcado por los rincones de mi HDD comunmente llamado disco duro, y le he dado machetazo final esperando que les guste y lo disfruten y esperando yo reencontrarme con las musas literarias, un saludo a todos...


UNA DÍA DE OTOÑO


Hace días fui testigo de algo que me convirtió la sangre en arena. Acompañaba a una pareja, amigos míos, Enrique VIII y Catalina de Aragón, (estos no son sus verdaderos nombres ya que los suyos ni el mío transcienden en esta historia) nos trasladábamos en el coche propiedad de Enrique VIII hacía la casa de campo de otro amigo en común, Den xiao ping (ni que decir tiene que tampoco es su verdadero nombre...) El camino era tranquilo y el día soleado y veraniego a pesar de estar en pleno Otoño. Todo iba tranquilo, disfrutábamos del paisaje como cualquier otro dominguero, nuestra velocidad de crucero era de 38 Km /h, la conversación era amena y divertida y el día prometía ser agradable. Fue a los pocos kilómetros de recorrido y cuando pasábamos por una zona caracterizada por sus acentuadas pendientes, cuando al llegar a lo alto de la primera de ellas, vimos los que nos marcaría para el resto de nuestras vidas. Lo que empezó siendo un punto lejano en el horizonte, se convirtió poco a poco (poco a poco por que íbamos a 38 km. H.) en la figura de un ser humano subido a una bicicleta, al principio no lo podíamos creer y nos mirábamos unos a otros sin decir palabra esperando que fuese una alucinación colectiva o un efecto del sol reflejando aquello en el asfalto, pero a medida que nos acercábamos a lo alto de aquella pendiente terrible nuestras esperanzas de que fuese irreal se desvanecieron como humo, aquel tipo estaba subiendo la pendiente en bicicleta.
Es curioso como el ser humano a veces se sincroniza para ciertas cosas ya que al darnos cuenta de la realidad de lo que veíamos, los tres exclamamos al unísono “!La virgen¡” y fue entonces cuando el coche paso al lado de este héroe-suicida y cuando también ocurrió ese famoso efecto que se ve en las películas cuando todo va pasando en cámara lenta y puedes apreciar todos los detalles del momento, vi como los tres giramos la cabeza hacia la derecha para admirar aquel despliegue de valentía, esfuerzo, sacrificio y si, porque no, también estupidez. Los músculos de sus muslos se tensaban como cuerdas de piano y brillaban con el reflejo del sol, y junto al esfuerzo de los gemelos actuaban como pistones que subían y bajaban haciendo avanzar aquella maquinaria legendaria mientras que los brazos, hercúleos, mantenían la firmeza y el rumbo. Su torso encorvado ligeramente hacía adelante se hinchada y desinflaba con un ritmo casi hipnótico y su cabeza mirando hacia adelante nos proporcionaba un perfil que representaba el rostro del esfuerzo en su máximo punto, el sudor caía como un ligero rocío sobre sus brazos y piernas haciendo a su vez que todo el engranaje estuviese perfectamente lubricado, y fue en ese momento cuando nuestro héroe giro lentamente la cabeza hacia nosotros, parpadeando solamente una vez y derramando aquel aceite sudoroso por todo su cuerpo, y comenzó a dibujar una sonrisa, con aquella boca que hacía unos milisegundos era la viva imagen del sufrimiento eterno, y su ojo izquierdo comenzó a cerrarse para evocarnos un guiño mientras su cabeza miraba completamente para nosotros y la sonrisa llegaba a su máximo esplendor. En este punto he de decir que los tres observábamos aquel fenómeno con los ojos abiertos como platos y la boca entreabierta y puedo asegurar que en aquellos breves instantes ninguno de los tres consumió oxigeno dentro del coche. Fue entonces cuando nuestro ciclista espartano retorno la mirada hacia adelante y a recuperar la expresión de dolor cuando nos dimos cuenta que sus nalgas reposaban tranquilamente en el sillín de la bicicleta y fue ahí cuando nuestros rostros terminaron de desencajarse para tornarse muecas de terror-shock-admiración. El tipo estaba escalando aquella montaña inexpugnable sentado, y fue cuando dejé de sentir el latido de mi corazón y el fluir de mi sangre en las venas, no me lo podía creer, había estado todo el tiempo sentado sobre aquel corcel de fibra de carbono desafiando todas las leyes de la física, la química y diría que hasta de la gravedad, no podía ser, mire a mis compañeros y me di cuenta que ellos también se habían percatado de aquel “detalle” magnífico y sus caras lo reflejaban, fue en ese instante cuando el tiempo volvió a su velocidad normal y todos recuperamos la vista hacia el frente temiendo volver a mirar, y de nuevo por sincronía los tres volvimos a exclamar pero casi susurrando “!La virgen¡”
Dejamos atrás aquel fenómeno de la naturaleza y ninguno volvió la vista hacia atrás, ni siquiera Enrique VIII miro por el retrovisor, ninguno habló durante un buen rato, seguramente todos estábamos repasando en nuestras cabezas lo que acabábamos de acontecer, tratando de darle veracidad y sentido o esperando que hubiese sido una especie de alucinación colectiva debida a la presión atmosférica de la subida o al calor, pero entonces fue cuando Catalina de Aragón lo dejó todo claro, miro a Enrique VIII le sonrió y dijo: “!menudo pringao¡”, todos asentimos lentamente una sola vez y estuvo todo dicho.
Cuando llegamos a la casa de campo de Den Xiao Ping no le contamos nada de lo que habíamos presenciado, disfrutamos de una veraniega y agradable tarde de Otoño comiendo y bebiendo en aquel paraje espléndido en compañía de buenos amigos y jamás volvimos a hablar de aquel suceso…

6 comentarios:

Juan G. Marrero dijo...

Leyendo estos días “Ana Karenina” de Tolstói me encantó la descripción que el escritor hace de una carrera de caballo, todos los detalles, ahora al leer tu relato me he acordado de ello…Muy bien descripto, corto pero lleno de matices…

Ángel Díaz dijo...

es que Tolstoi y yo aprendimos mucho a detallar cuando estabamos en siberia, los guardias nos dejaban escribir en los troncos de los árboles cuando saliamos a cortar madera...
me alegro que te guste Magister...
:P

karnak dijo...

Esto sucedió el día que quedamos en el campo para hablar de nuestro libro?
Lo de los ciclistas es una perdida de energía. Sï los amarramos a una bici estática conectada a los generadores de Jinámar, ahorraríamos un 15% de combustibles a la hora de generar energía eléctrica.

Ángel Díaz dijo...

Esto sucedió hace ya tiempo y si, ibamos de camino al campo pero no para hablar del libro, si no recuerdo mal...en cuanto a los ciclistas, me parece buena idea la que planteas sisisi...además sería mas seguro para todos. ^_^
con todo respeto y afecto hacía los ciclistas claro...

Satori Kundalini dijo...

¡Que bueno! Recuerdo este relato de hace tiempo que lo tenías aparcado... es muy bueno, me he reído como cuando leí o me comentastes de que lo ibas a hacer.
Está muy guapo.

Anónimo dijo...

¡Vaya cosa más zafia y ridícula!