domingo, 24 de octubre de 2010

84....84


Cuando leí el mensaje en el móvil el viernes 22, tuve una intuición de la persona que podría ser. Pero claro, no podía adjudicarle aquel mal trago a la primera que me viniera a la cabeza. Como era la hora de la medio horita de footing, por el camino se lo fui contando a mi acompañante. Por la tardecita hice tres llamadas a Tenerife. Las dos primeras no estaban en casa y la tercera, un amigo me leyó en el periódico El Día del sábado anterior el trágico suceso. Volví a insistir por la noche con las dos llamadas pero seguían sin responder.



A la mañana siguiente, muy tempranito escribí a la amiga que me había venido a la mente el día anterior un e-mail. Pero solo le preguntaba si me había enviado un mensaje el jueves y que cómo se encontraba. Un segundo e-mail a otro amigo. Como no recibí respuesta de este, a las 10,00 le telefoneé y esta vez sí estaba en la casa. Le conté el suceso, le dije el número del móvil pero tampoco lo reconoció, sobre la marcha se introdujo en feed-book y localizó a nuestra amiga...Había sido ella la depositaria de la desgracia...Al rato marqué su número y.....Hablamos...
El amigo al que llamé, mi amiga y yo aparte de la amistad tenemos en común que
nos unió nuestro interés por la parapsicología...

Hace unos días le dije a la tía de mi hijo que si quería hacer una comida para un grupo reducido de la familia para celebrar mi aprobado. Claro, yo pagaba todo. Pues El sábado 23 preparó "Unas costillas con piña" y nos reunimos en La Costa, donde viven los tíos de mi hijo.


¡¡¡ QUÉ BUENO ESTABA TODO...!!!



A la comida se añadió vino y cerveza por un lado, gofio amasado por otro, postres...
Pero la anécdota no es esta. Sino que yo estuve toda la semana esperando la llamada de la atenta cocinera para que me avisara del evento. Como no lo hacía el sábado a las 11,20 la llamé y me dijo que me había dejado varios mensajes en mi contestador. Le respondí que no tenía tal cosa, pero ella insistía en que salía la voz de una chica. Le pregunté cuál era mi teléfono y me lo dijo bien.
Al día siguiente volví a llamarla por terminábamos con la comida del día anterior y volvió a insistir en sus mensajes. Esta vez le dije: ¡Llama ahora..!..Esperé varios minutos y nada. Volví a telefonear e insistía en el contestador.
¿Cuál es mi teléfono…?



928 84 84…. ¿Cómo…? …84… 84….
¡No muchacha…Sólo un 84…!



Hicimos la prueba esta vez y recibí su llamada. En la comida del mediodía estuvo contando la anécdota y riéndonos, porque la pobre que ha recibido todos esos mensajes estará con la mosca tras la oreja…O igual aparece un día por casa a comerse las cotillas….

1 comentario:

Modesto González dijo...

A veces hay relatos de la vida real que superan todo. El caso que me contaste fue estremecedor.